2017 y la sonrisa del ministro

Foto: La Moncloa

El semblante del ministro de Economía o, mejor, su evolución durante los últimos años representa un magnífico indicador de lo sucedido con la economía española. Del rostro crispado y de pocos amigos en, por ejemplo, diciembre de 2011 –con la prima de riesgo desbocada–, o en mayo de 2012 –cuando se solicitó el rescate del sistema financiero español–, a la enorme sonrisa de la semana pasada. El ministro explicaba que lo importante no era que el año pasado se creciera el triple que Francia o Italia y más de dos veces que Alemania o Estados Unidos, sino cómo se había producido dicho crecimiento. El escaparate de la reunión con inversores internacionales que lleva celebrándose los últimos años ha sido (quizás por su transcendencia en la comunidad financiera) una muy buena prueba del algodón.

20170116-jriturriaga-eqedLa primera convocatoria se convirtió en un alegato para parar los pies a los hombres de negro y en la que propios y extraños, portadas de periódico incluidas, daban por inevitable una solución a la griega o a la portuguesa. En esta última bromeaba con analistas y periodistas quitándole importancia al hecho de haber batido un año más las estimaciones de crecimiento – ya revisadas al alza– de nuestra economía para el ejercicio anterior.

Y tras varios años siguiendo las intervenciones del ministro, creo que la tranquilidad o, mejor dicho, la confianza que irradia constituye el mejor indicador adelantado de que 2017 va a ser otro gran año en lo que a la macroeconomía se refiere. De Guindos no se ha caracterizado por ser especialmente optimista en el último lustro. Sin embargo, hoy da la sensación –e insisto en que es solo una percepción– de que lo tiene todo controlado. De que lo peor está por detrás y que los grandes temas están resueltos o bastante bien encauzados.

Reconozco que no es un análisis ni muy técnico ni especialmente sofisticado, pero no creo que vaya muy desencaminado. Con mucha probabilidad en 2017 la economía siga creciendo al ritmo de los últimos dos años, se crearán 500.000 empleos, las exportaciones y la inversión directa extranjera seguirán creciendo y se pondrá prácticamente el punto final a la reforma financiera. Así, es muy probable que el ministro siga contento, lo que sin duda es bueno para todos.

Artículo publicado en ABC.

José Ramón Iturriaga
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