Hoy se podría escribir de muchas cosas. Hemos tenido a Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal (FED), que parece más de Pontevedra que de Nueva York, pues no sabemos si va o viene. Sus comparecencias siguen bajo el escrutinio permanente de analistas que se preguntan si los tipos subirán antes o después. Se trata de un debate baldío que, como muchas otras veces, obvia lo importante: el nivel en el que se estabilicen los tipos de interés una vez se normalicen.
Podríamos también dedicar unas líneas a los datos de paro o de actividad que se han conocido en España en los últimos días. Sin embargo, no quiero hacerles perder el tiempo porque, como decía Sánchez Ferlosio, nadie quiere que le convenzan de nada. Además, predicar en el desierto tratando de demostrar que la economía va en la dirección correcta desgasta hasta el más optimista. Y es que en nuestro país hace ya tiempo que no se piden opiniones sobre cuestiones relevantes, ahora lo importante es formar parte de algún bando y saber a favor y en contra de quién estás.
Y de eso precisamente me gustaría hablar, de ese mal tan español: el cainismo que nos corroe. Al final de la semana pasada circuló el vídeo que recogía el regalo que los empleados de Inditex hicieron a su patrón por su ochenta cumpleaños y la reacción en las redes sociales fue inmediata. Críticas despiadadas a una persona que debería suscitar admiración profunda ¡qué bien nos vendrían diez o veinte como Amancio Ortega! Esto es como un balde de cangrejos en el que cuando uno intenta escapar, te enganchan y te devuelven abajo. Felicidades Sr. Ortega.
Artículo publicado en ABC.
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