Que el Gobierno de España –al igual que hacen el resto de gobiernos europeos– no abra las fronteras interiores el próximo 15 de junio es una mala noticia que dice mucho de la gestión del Ejecutivo. No hay razones médicas que lo justifiquen y esa prudencia mal entendida, más allá de las consecuencias económicas, retrata muy bien su forma de hacer las cosas.
En lo económico son rehenes de una mala gestión de la crisis sanitaria y tratan de escudarse en el falso dilema de salud o economía. Economía y salud no están enfrentadas, de hecho, van de la mano. Y cuanto antes se reabra la economía, antes terminarán las colas en los comedores de Cáritas.
No creo que haya segundas intenciones. El problema parece que las decisiones se adoptan con más carga política que técnica. La construcción del relato de los «spin doctors» de La Moncloa se impone a los planteamientos de corte técnico del ministerio que toque. Han ido a remolque toda la crisis, superados por los acontecimientos, pero ahora no hay excusas, y menos médicas.
Las cosas nos vienen dadas en gran medida de Europa y el margen con el que contamos debería servir para impulsar soluciones, construir consensos y lanzar mensajes claros que permitan tomar decisiones a los agentes económicos. No podemos quedarnos en la mera construcción de un relato que va de la atribución de culpas –más o menos chusquera– a la búsqueda de enemigos –más o menos elaborada–.
Están a tiempo de rectificar. No es baladí que las fronteras Schengen se abran cuanto antes y que España participe desde el primer día. De no hacerlo, nos estaremos diferenciando para peor, y debería ser al revés. La vuelta la libre circulación en Europa es un éxito del que España tiene que participar pues nuestra economía es una de las que más interés tiene en ello.
Artículo publicado en ABC.
- Vacuna - 17 agosto, 2020
- Baile bancario - 17 agosto, 2020
- ¿Mercados eficientes? - 17 agosto, 2020