El arranque del año ha venido marcado por el «profit warning» de Apple. El consejero delegado de la compañía, Tim Cook, anunció la semana pasada que no iban a cumplir con las previsiones de ingresos. Es la primera vez que sucede en los últimos diez años y la primera con Cook al frente. Más allá de las razones que existan tras estos peores datos, lo que hay que hacer para entender el recorrido a la baja de la acción de la compañía de la manzana es preguntarse cuál es su valoración.
Tras la caída de los últimos meses –más de un 40%–, Apple vale en Bolsa unos 600.000 millones de dólares, lo que es bastante más que toda la Bolsa española y la mitad de nuestro Producto Interior Bruto (PIB). A pesar de su tamaño, no es una compañía que esté cara, todo lo contrario. Cotiza por debajo de diez veces sus beneficios (es decir, con los beneficios anuales se tardaría casi 10 años en igualar la capitalización total). Este múltiplo no está en absoluto justificado. Lo que descuenta el mercado cuando se mueve por estos precios no es que los ingresos futuros se vayan a encontrar por debajo de lo esperado, sino que se van a desplomar.
¿Podría ser un nuevo Nokia? No parece probable. No son compañías comparables, ni hay un riesgo tecnológico evidente. Y aunque a lo mejor no puede mantener los niveles de crecimiento que ha mantenido en las últimas décadas, no tiene pinta de que de un día para otro los seguidores de la compañía vayan a cambiar de chaqueta.
El modelo de negocio sigue intacto: venden «hardware» (teléfonos, tabletas y ordenadores) a un precio superior a su competencia porque han conseguido posicionarse como un bien de lujo en el segmento de la tecnología. Y esa es la clave, la razón por la que han podido y pueden vender un teléfono dos o tres veces más caro que su competencia es la misma que los últimos lustros. Y eso no ha cambiado.
Artículo publicado en ABC.
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