En los últimos días el ritmo de actividad corporativa se ha disparado. No pasa una semana sin alguna oferta de compra y todo apunta a que el ritmo no va a decrecer. Los mercados de capitales han vuelto a la vida tras varios años de absoluta atonía. El acceso a la financiación no sólo se ha recuperado sino que está en las mejores condiciones de la historia. La valoración de las compañías se mantiene en niveles razonables. Los grandes inversores institucionales –Hedge Funds, Private equity- nadan en la abundancia de la liquidez porque el actual entorno de tipos de interés resulta propicio para levantar dinero, mucho dinero. Dentro de esta vorágine, las empresas europeas son presas claras de las americanas, más compradoras gracias a la evolución del tipo de cambio, la previsible subida de tipo de interés al otro lado del atlántico y el mejor momento de resultados empresariales en Europa.
En el caso de las compañías españolas, a todo lo anterior hay que sumar los importantes cambios que se han producido en el accionariado de muchas compañías cotizadas y que pueden propiciar movimientos corporativos hasta ahora implanteables. La rueda ya está girando. La pregunta ya no estriba en si se van a producir más o no, sino: ¿cuál será la siguiente? Se me vienen a la cabeza algunos nombres propios en sectores muy diversos que probablemente cambien de manos en próximas fechas. Sin duda, hemos recuperado parte de la emoción perdida en los mercados de valores durante los últimos años. Actúa además como un indicador razonable del valor que las propias compañías todavía encuentran en la bolsa. Hagan juego señores, ‘rien ne vas plus’.
Banca: una oportunidad entre el ruido
La semana pasada, los consejeros delegados de los principales bancos españoles asistieron al “XXII Encuentro del Sector Financiero” organizado, entre otros, por este diario. Los mensajes que ofrecieron fueron muy optimistas y esto, aunque a alguno se revuelva, es buena noticia para todos. El titular puede ser: “el crédito va a crecer en 2015”. Y que lo haga en términos absolutos, es decir, teniendo en cuenta los créditos que vencen, supone que el incremento va a ser muy importante (va a ser notable). Los bancos, tras siete años sin estar, asoman la patita por debajo de la puerta. Los segmentos donde quieren crecer más es en PYMES y crédito al consumo aunque también lo harán –más aún– en el segmento hipotecario. En este momento, tanto el número de transacciones inmobiliarias como el número de hipotecas crecen a doble dígito. Un impulso deseado y largamente añorado para la actividad económica en España.
Por otro lado, esta semana hemos visto una amplia polémica en los medios sobre los créditos fiscales. Muchos bancos han acumulado este tipo de créditos como consecuencia de las operaciones corporativas en el sector bancario y se plantea la posibilidad de que no computen como capital –y por tanto haya que provisionar– con lo que esto supone para la banca española. Más allá de la montaña que tendemos a hacer de un poco arena, como tantas otras veces en los últimos años, lo que más sorprende es la actuación de algunas casas de análisis internacional. Apenas han tardado dos días en tomar estos rumores como ciertos y poner bajo sospecha, otra vez, a algunos nombres españoles. En cualquier caso, la falta de tino de estos bancos de inversión en el pasado reciente es manifiesta y juega a nuestra favor.
Aunque todo es posible cuando hay políticos por medio, el sufrimiento de estas compañías como consecuencia del ruido mediático, más que un riesgo es una oportunidad.
Poco nuevo, lástima
Las críticas a la política económica del gobierno han empezado a arreciar. Nada que no fuera previsible. Como un baile repetido, la política se mueve al ritmo del pim, pam, pum. Sin embargo, de la misma forma que hay que ser críticos con el gobierno, no debemos bajar el nivel de exigencia con las propuestas de los nuevos jugadores –y de los que no lo son tanto. De los recién llegados, hay uno al que no podemos hincar el diente ya que su incomparecencia programática resulta notable. Probablemente la falta de concreción en sus medidas se deba a que no se atreven a decir lo que realmente piensan (lo que en realidad piensan). Sin embargo, parece (todo indica) que esa estrategia ya no cuela y (que) se les ha visto el plumero. Ni son transversales, ni sus propuestas inocuas. Han caído por su propio peso. Ya saben que estoy hablando del partido que se lo creyó antes de tiempo.
Por el lado contrario, otro de los nuevos jugadores ha adoptado una estrategia totalmente distinta. Ha reclutado economistas de renombre y se ha tirado a la arena de las propuestas concretas. Olé. Sin embargo, una cosa es predicar y otra dar trigo. Si la mayor crítica al actual gobierno es que han desaprovechado esta crisis, –Garicano dixit–, las principales propuestas de su agenda económica no pueden ser ahorrarse unos duros en el tren de alta velocidad o incentivar la innovación con lo que eso quiera decir. ¿Dónde se ha quedado corto el Gobierno? ¿En la reforma laboral? Quizá tendrían que haber flexibilizado más las condiciones de despido. O es en la Sanidad ¿Pública o privada? O quizás hay que recortar en Educación. Una propuesta de ajuste en condiciones no se puede despachar con eliminar las diputaciones y aquí paz y después gloria. Para este viaje sobran las alforjas.
Y, por último, está el partido socialista que, con mucha coherencia, propone dar marcha atrás en la reforma laboral. Ante esto, sólo nos queda Merkel. Gracias a Dios, los estados miembros de la Unión Monetaria no pueden sacar adelante lo primero que se les pasa por la cabeza. Todavía no somos conscientes de lo mucho que le tenemos que agradecer a esta señora: la doctora Merkel.
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