La publicación esta pasada semana de los resultados del Banco Popular probablemente constituya el punto final de uno de los periodos más negros de la entidad que, hasta no hace mucho, presumía de ser el más eficiente del mundo. Las pérdidas con las que cerró el ejercicio 2016 son justo epitafio de ese periodo. El Popular va a remolque del mercado desde que en 2004 entrara tarde y mal en crédito promotor. Han errado en todas las grandes decisiones de los últimos años y, en algunas ocasiones, la ausencia de lo que se conoce como gobierno corporativo ha sido flagrante. 2016 cierra un capítulo del que ya es mejor no seguir lamentándose.
De aquí en adelante las posibilidades de que el banco continúe su singladura en solitario no son muy elevadas. Para ello, la entidad tendría que lograr en muy poco tiempo lo que no ha hecho en cuatro años: vender activos inmobiliarios. El anuncio de alguna gran operación podría interpretarse como indicador de que no hay más muertos en el armario. Sin embargo, el tiempo juega en contra del nuevo presidente. La otra alternativa, una ampliación de capital, es muy posible que se puede descartar en tanto que es la peor opción para los accionistas; por los menos a los precios actuales.
Cada día que pasa sin que la acción recupere terreno perdido incrementa las posibilidades de una operación corporativa. Un valor de mercado ligeramente superior a los 3.500 millones de euros, un balance –en su parte sana– capaz de generar casi 1.000 millones de beneficios recurrentes, unos gastos de explotación de 1.800 millones de euros (de los que un tercio podemos pensar son susceptibles de ser redundantes en una eventual fusión) y unos recursos propios de más del doble de la capitalización hacen de la entidad una oportunidad única para otra grandes entidades. A pesar de las dudas sobre lo que todavía quede por reconocer, en un entorno de mercado en el que la recuperación del sector inmobiliario es ya una realidad, una operación de estas características parece bastante posible. Así las cosas, el futuro del Banco Popular no está en sus manos. El tiempo que necesita para reconducir el rumbo depende de que los grandes jugadores nacionales continúen, como hasta ahora, con el brazo encogido. Algo que resulta difícil teniendo en cuenta las nuevas sensaciones que de un tiempo a esta parte nos acompañan.
Artículo publicado en ABC.
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