Bancos centrales y el beneficio de la duda

A pesar de que en Estados Unidos algunos datos macro hayan arrojado peores lecturas en las últimas semanas, la Reserva Federal sigue adelante con su objetivo de ir subiendo los tipos de interés y reduciendo el tamaño de su balance de forma paulatina. Como siempre pasa con las decisiones de las autoridades monetarias, la polémica está servida. El argumento de la presidenta de la Fed es que, aunque hoy los datos sobre la evolución de los precios todavía no estén dando lecturas preocupantes, con la economía americana en pleno empleo es solo cuestión de tiempo que se acabe trasladando a los índices de precios (inflación). Por ello, Janet Yellen entiende que es mejor ir normalizando los tipos de interés para no tener que pisar el freno a fondo cuando la inflación aparezca.

A este lado del Atlántico, por el lado del Banco Central Europeo, las cosas van más despacio. Y aunque las grandes cifras macro europeas estén sorprendiendo mucho y para bien, parece que la autoridad monetaria no tiene mucha prisa por normalizar las políticas de estímulo. Con todo, se empieza a intuir que en algún momento de 2017 reducirán el volumen de la compra de bonos y que el inicio de las subidas de tipos de interés podría llegar a finales del año que viene. Eso sí, todo ello de forma muy ordenada, con preaviso y sin sorpresas para los mercados.

Podría ser, como algunos afirman, que los bancos centrales se estén precipitando, pero no lo creo. Tanto la FED como el BCE tienen la sartén por el mango y están logrando completar, de forma concertada y con mucho acierto, el doble salto mortal con tirabuzón que iniciaron hace ya unos años. Resulta evidente que no son infalibles, pero, después de todo lo que han sido capaces de hacer durante estos últimos años, sí creo que se han ganado a pulso el beneficio de la duda.

Artículo publicado en ABC.

José Ramón Iturriaga
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