Las bolsas han cerrado 2017 con un buen resultado en prácticamente todos los mercados. Aunque, en el caso español, ha dejado un ligero mal sabor de boca por haber ido de más a menos en el ejercicio. Tras una primera parte del año en la que el índice español lideraba claramente las subidas, la volatilidad y la sensación de zozobra se fueron incrementando, primero con la intervención del Popular y luego con el rebrote del riesgo político tras el 1 de octubre, lo que ha hecho que no tengamos buenas sensaciones, a pesar de que nuestra bolsa no haya terminado mal el año.
Tal vez, 2017 debería haber sido el año de la bolsa española. Y, probablemente, en este punto haya que seguir la recomendación que le hicieron a la mujer de Lot y no mirar para atrás, por aquello de no convertirnos en estatua de sal, para fijarnos en lo que tenemos por delante. En nuestro caso, estamos en una de esas pocas ocasiones en la que está todo alineado para optar a rentabilidades muy altas en los próximos meses. La razón detrás de esa oportunidad es que, utilizando la analogía de Adam Smith de que los mercados son un concurso de belleza en el que lo importante no es saber quién será el ganador o ganadora, sino interpretar lo que piensa el jurado, el jurado no ha tenido ni cinco minutos para fijarse en lo que realmente importa. El ruido ha sido tanto y tan prolongado que incluso algunos miembros del jurado han tirado la toalla.
No es descartable algún big ban en el que se vea involucrada alguna de las grandes compañías españolas
Los peores prescriptores de la bolsa española somos los propios españoles. El tan manido cainismo español, llevado al mundo de las inversiones, es más una oportunidad que otra cosa: que los fundamentales hayan pasado desapercibidos no es una mala noticia para un inversor, todo lo contrario, pues en algún momento se acabarán imponiendo. Siempre lo hacen, es solo cuestión de tiempo.
Reconozco que la paciencia necesaria para mantenerse en la bolsa española ha sido mucha, rayana con el estoicismo. Y de ahí la magnífica oportunidad que tenemos por delante. La recuperación macro sigue intacta, los resultados empresariales cogen tracción con un apalancamiento operativo sin precedente y las valoraciones de varios sectores importantes resultan muy atractivas.
Pero lo mejor está por llegar. A medida que se normalice la percepción de riesgo, la bolsa española debería hacerlo bien, muy bien. Y en un entorno de distorsión de valoraciones relativas, resulta más probable ver un incremento de la actividad corporativa. El baile ya ha empezado, pero sin duda irá a más, las condiciones no pueden ser mejores. Así, no es descartable algún big bang en el que se vea involucrada alguna de las grandes compañías españolas.
Cartera actual
En el último mes no he hecho ningún cambio en cartera. El posicionamiento es el de los últimos tiempos: bancos, inmobiliarias, consumo cíclico en sus distintas versiones y alguna historia de reestructuración en busca de la recuperación del ciclo español y de los beneficios del apalancamiento operativo.
Visión de mercado
Lógicamente, no sé si 2018 será el año en el que los fundamentales finalmente se acabarán imponiendo –ya no soy tan joven como para pensar que lo sé todo–. Sin embargo, sí parece que las excusas se van agotando. Si esto fuera así, tengo pocas dudas de que mi cartera tendría que recogerlo muy bien.
Una vez más, muchas gracias por la confianza, que es la razón última de los resultados, y los mejores deseos para este año que acabamos de estrenar.
- Prima de riesgo: no es lo mismo Italia que España - 23 octubre, 2018
- La seguridad jurídica - 22 octubre, 2018
- Tribunal Supremo: rectificar es de sabios - 22 octubre, 2018
Un comentario