Consumo sorpresa

En un país con las tasas de paro como las de España, la recuperación que está experimentando el consumo interno es del todo relevante. La demanda interna crece por encima del dos y medio por ciento y parece que se acelera. Sin ir más lejos, las ventas de El Corte Inglés por San Valentín se han incrementado un 30%.

Parece que los ciudadanos, los hogares, están recuperando el tiempo perdido y comprando todo lo que no se permitieron durante la crisis. Los primeros brotes de la recuperación se han trasladado rápido al estado de ánimo del personal que está sacando chispas a la tarjeta de crédito. Las ventas de coches subieron un 20% durante el año pasado pero todavía siguen más de un 50% por debajo de las cifras previas a la recesión, lo que pone de manifiesto la profundidad de la crisis y el camino que aún queda por recorrer para recuperar niveles normales de actividad.

Dicho esto, la lenta recuperación del empleo hace que el consumo vaya por delante de los ingresos y que haya que recurrir al ahorro para cubrir la diferencia. La caída del ahorro en los últimos meses es notoria y sirve de argumento para poner en entredicho la sostenibilidad de la recuperación del consumo. Sin embargo, la observación del ahorro de forma aislada puede llevar a conclusiones erróneas. Para tener una foto global hay que incorporar al análisis la evolución de la situación financiera de las familias, su balance por así llamarlo. Porque aunque el ahorro esté cayendo, las familias son más ricas cada día que pasa porque el valor de sus activos es mayor y su endeudamiento menor. Este doble efecto que se está produciendo en las economías domésticas hace que los consumidores no tengan presión por ahorrar. Esta tendencia, menor pasivo y mayor activo de las personas físicas, va a mejorar durante los próximos meses. A ello habría que sumar una eventual recuperación de los precios del mercado inmobiliario a los que los españoles estamos muy expuestos.

Por tanto, lejos de remitir, el consumo aumentará en los próximos meses. Y más tras la pedrea que nos ha tocado a todos los españoles con la caída del precio del petróleo, eso es una “bajada” de impuestos y no la de Montoro.

El éxito de Aena

El indudable éxito de la salida bolsa de la compañía gestora de aeropuertos españoles pone de relieve varios aspectos que merece la pena comentar.

Por un lado, el Gobierno ha maximizado el precio de venta como, por cierto, es su obligación. La compañía la han vendido muy por encima de las referencias que un principio dieron al mercado y ha salido a cotizar a una valoración exigente que para nada se puede considerar barata. Por lo tanto, los responsables de su salida a bolsa no han malvendido, ni mucho menos. A pesar del precio, el interés de los inversores institucionales y profesionales ha sido mucho. La demanda del inversor internacional –que es quien tiene dinero de verdad, no lo olvidemos- ha sido muy elevada. Es más, hacía mucho tiempo que ese perfil de inversores no se acercaba por aquí. Hay dos factores que pueden estar detrás de este éxito. Por un lado, la compañía tiene una gran capacidad de generación de caja, lo que derivará en una rentabilidad por dividendo atractiva una vez se reduzca el nivel deuda. En el páramo de rentabilidad que se ha convertido el mundo, este tipo de valores, parecidos a las autopistas o a las eléctricas, brillan con luz propia. Son magníficos sustitutos de la renta fija que, por cierto, ya ni renta y ni es fija.

Por otro, es un activo español. Conviene recordar aquí que los inversores internacionales salieron de España en estampida en 2012 –y al último se le olvidó cerrar la puerta– y ahora, tras tres años de indiferencia, ya superados los miedos sobre la viabilidad del euro, están empezando a volver. Pero no todo el interés extranjero se ha centrado en Aena. También en la súper ampliación del Santander –que batió todas las previsiones por la velocidad de su suscripción- estos grandes inversores internacionales tuvieron mucho protagonismo. Con todo, el nivel de exposición a bolsa española es mínimo y si nada se rompe, este interés irá a más conforme los fundamentales logren imponerse.

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El efecto Podemos, entre otras cosas

La bolsa española se ha quedado, últimamente, algo por detrás de la bolsa europea y son varios los aspectos que han contribuido a ello: miedos euroescépticos, Cataluña, la ampliación de capital del Santander y, tal y como todos escuchamos, Podemos. La posibilidad de que este partido de corte populista, lejos aún de gobernar, sí pueda afectar a la gobernabilidad del país y sus consecuencias económicas es el argumento que ha cobrado más protagonismo entre los pesimistas irredentos.

Más allá del resultado que puedan tener en las elecciones generales cuando quiera que éstas finalmente se celebren y a pesar de lo que pueda decir el ‘Financial Times’, el ‘efecto Podemos’ ha tocado techo en los últimos meses. Las encuestas ya muestran peores resultados en intención de voto y es una tendencia que probablemente se agudice a medida que se conozcan en detalle sus propuestas de gobierno y las personas para llevarlas a cabo. La indignación, sin duda su mejor aliado –ya que no creo que nadie les vote por su programa–, es inversamente proporcional a la mejora económica y su reflejo en la vida diaria de los ciudadanos. La realidad económica y no la corrupción o la mayor o menor ineptitud de los políticos es lo que marca la evolución de la confianza. Además, lo único bueno de la gymkhana electoral que tenemos este año es que va a servir para tener encuestas de verdad (elecciones municipales y autonómicas), aunque parciales, sobre la intención de voto de los españoles. Y las alianzas o pactos que puedan surgir después de las mismas, antes de las generales, van a desenmascarar a los protagonistas de esta carrera y eliminarán cualquier duda sobre la impostada transversalidad del nuevo grupo político.

Y lo que más me invita a pensar que la bolsa española se va a liberar del lastre de Podemos más bien pronto que tarde ha sido el buen arranque de año de las bolsas europeas. Las incertidumbres con las que empezábamos el año eran muchas: la capacidad de actuación del Banco Central Europeo, las elecciones griegas, la guerra en Ucrania o la debilidad económica. Sin embargo, a las bolsas europeas no les ha importado nada y han registrado el mejor arranque desde hace mucho tiempo. Por fin el mercado parece estar recuperando cierta racionalidad y ya no descuenta escenarios apocalípticos.

Con el resultado de las elecciones generales en la mano nos daremos cuenta de que Podemos no supone un riesgo para la gobernabilidad de España. Riesgo que la bolsa española quizá ya haya puesto en precio antes de los comicios, tras haber tenido el peor comportamiento relativo durante los últimos meses, entre otras cosas por un señor llamado Pablo Iglesias.

José Ramón Iturriaga
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