La actualidad financiera en Brasil durante la semana pasada redunda sobre lo ya dicho acerca de la sobrevaloración de los riesgos políticos. El jueves 18 de mayo se conocieron unas grabaciones que implican al presidente Temer en una trama de sobornos. Ese día, la bolsa brasileña cayó un 9% y el real se depreció un 7%. Una lectura de la situación es que la probable salida de Temer paralice las reformas económicas que se habían puesto en marcha. Desde el otro extremo del Atlántico, resulta difícil saber cómo quedará la cosa y si afectará o no a la evolución de la economía. Sin duda, son titulares muy jugosos como para dejarlos escapar, pero dudo mucho que haya alguien que piense que en Brasil no hay corrupción. Dicho de forma desenfadada, los perros ladran, los gatos maúllan, las ovejas balan y los políticos trincan. Y en unos sitios más que en otros.
Llegar a este tipo de conclusiones extemporáneas, además de que no deben generalizarse, es muy propio de los mercados, que tienden a sobre reaccionar ante noticias que no saben cómo valorar, como sucede en otros muchos aspectos de la vida. No hay nada que echar en cara, sin embargo, hay algunos agentes del mercado a los que se les tendría que presuponer algo más de profesionalidad, pues en este tipo de situaciones su labor se parece más a la del bombero pirómano.
Puede que la crisis política brasileña se lleve por delante al presidente o puede que no. Las reformas económicas saldrán adelante ahora, más adelante o nunca. El país crecerá más o menos, y eso estará o no reflejado en los precios de los distintos activos financieros. Nadie tiene la bola de cristal. Pero, por favor, no se sorprendan porque haya corrupción en Brasil.
Artículo publicado en ABC.
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