Hace unos días, en la prensa antes llamada salmón, se publicó la posibilidad de que un inversor sudafricano lanzara una opa sobre una de las principales socimis españolas. Aunque no se ha sabido nada más, merece la pena dar una vuelta a la lógica de la operación, ya que pone de relieve una de las principales incongruencias del mercado español: la distorsión de precios entre las compañías cotizadas y no cotizadas.
Esta realidad se hace muy evidente en el sector inmobiliario. En el caso de la compañía española protagonista de la noticia, el inversor –en este caso industrial y gran conocedor del mercado español– llega a la conclusión que resulta mejor comprar una empresa cotizada dueña de quince centros comerciales que seguir licitando cada vez que sale algún proceso de venta. El precio que paga en las licitaciones privadas es mayor –bastante mayor– que el que refleja la cotizada. De producirse no sería la primera operación en el sector que se aprovecha de esta distorsión. En los dos últimos años se han producido tres grandes –Testa, Axiare e Hispania– y de salir adelante la de LAR, sólo quedaría Merlín entre las cuatro firmas que nacieron en los peores momentos de la crisis en España para aprovechar los precios a los que se fueron entonces los activos.
Las razones detrás de esta ineficiencia en el mercado darían para escribir un libro. O una tesis doctoral. Pero tal y como está el patio, en la época del turnitin, creo que sale más a cuenta seguir el ejemplo de los inversores industriales y financieros, los que tratan de ganar dinero invirtiendo en compañías cotizadas, antes que ponernos a disertar sobre cómo ganar dinero comprando empresas cotizadas.
Artículo publicado en ABC.
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