De Guindos, ministro en funciones de, sobre todo, Economía, y que tantas cosas bien ha hecho en los últimos años, se preguntaba el otro día cuánto hubiéramos crecido este arranque de año si hubiéramos tenido un gobierno en marcha. Se trató, evidentemente, de una pregunta tipo padre dialogante -¿crees que vas a salir si no terminas los deberes?- en la que la respuesta está implícita.
Y aunque algunos liberales de salón no compartan la idea, creo que el ministro tiene razón: probablemente hubiéramos crecido algo más con menor incertidumbre política. Sin embargo, no es tanto aquello de lo que carecemos –gobierno, que como todo el mundo pronostica, para el que habrá que esperar a las elecciones gallegas y vascas– como lo que sí hemos logrado lo que puede derivar en un incremento aún mayor del consumo o la inversión que se traduzca finalmente en mayor crecimiento económico.
El hecho de que en España no exista la posibilidad de un gobierno de corte populista supone una diferencia importante respecto al periodo de interinidad que hemos vivido en el primer semestre del año. Y eso ya lo tenemos hoy. De hecho este verano se ha podido comprobar en, por ejemplo, las cifras de turismo doméstico. Y es una tendencia que va a continuar en los próximos meses. Las decisiones de inversión –compra de un coche o una casa- que se habían retrasado en los últimos tiempos como consecuencia del mal cuerpo que suponía tener a Iglesias a las puertas, ahora sí se van a adoptar. Los inversores extranjeros que estaban mirando los toros desde la barrera ya lo tienen claro: el riesgo político en España no existe.
Independientemente de cuándo se acabe formando gobierno, este riesgo está enterrado. Y quizá hubiera sido bueno enterrarlo antes. Sin embargo, lo mejor es que ya no existe a pesar de que algunos conspicuos agoreros continúen blandiendo el miedo a un gobierno radical desde sus tribunas. No va a haber terceras elecciones pero si las hubiera, Iglesias y compañía no van a tener mejor resultado del que cosecharon en junio, probablemente al revés. En cualquier caso y aunque sea sólo en clave prurito nacional, señor Sánchez deje de jugar con los tiempos, no tiene salida. Si no son los intereses de España, anteponga los de su partido. Su tiempo ha pasado y la dignidad es lo único que no se puede comprar.
Artículo publicado en ABC.
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