El próximo mes de septiembre se cumplen diez años de la caída de Lehman Brothers, una quiebra que además supuso el arranque de la mayor crisis financiera de la historia. En las próximas semanas seguro que asistimos a un aluvión de informaciones y análisis como consecuencia de esta efeméride, pero creo que quizá lo más importante sea que hoy podemos decir que la hemos superado y en algunos casos con nota. A diferencia de la otra gran crisis financiera de la historia –la de los años treinta del siglo pasado–, las consecuencias han sido incomparablemente menores. Desde un punto de vista económico, político y social estamos mucho mejor que lo estuvo el mundo diez años después de la crisis del 29. Y eso es innegable. No quiere decir que no haya problemas, pero sin duda estos son de otra magnitud gracias a la forma de encarar la crisis y el importante papel de los bancos centrales.
Por lo tanto, es de justicia reconocer el acierto de los presidentes de estas instituciones, en concreto el de dos de ellos: Ben Bernanke y Mario Draghi. El americano, por ser quien diseñó el modelo de rescate que después replicaron el resto; el italiano, por haber sido capaz de torcer el brazo a los alemanes y que en Europa se aplicaran estas recetas heterodoxas.
Hay pocas dudas a pesar de lo que puedan cacarear algunos liberales de salón de que cualquier otra solución hubiera sido peor en términos de coste social y económico. Y por ahora los miedos a las eventuales consecuencias de la normalización de esas políticas eran desproporcionados.
Así las cosas, lo primero que tenemos que hacer en este décimo aniversario es felicitarnos por haber pasado página y reconocer los méritos a quienes han sido los principales protagonistas.
Artículo publicado en ABC.
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