Hace diez días el semanario «The Economist» publicaba un extenso reportaje sobre España. El subtítulo de la parte económica era «una nueva economía que empieza a desplegar sus alas». En algo más de 2.000 palabras recoge la enorme transformación que se ha producido en la economía española y cómo ha cambiado el modelo de crecimiento en los últimos años. La premisa inicial es que se trata de la primera ocasión en todo el periodo comparable que nuestra economía sale de una recesión sin que el sector de la construcción tire del carro. Posteriormente, se realiza un somero análisis de las reformas que han llevado a España a crecer con superávit por cuenta corriente por primera vez en la historia y que los costes laborales y la inflación estén por debajo de la media europea. El énfasis lo pone sobre todo en la reforma laboral que permitió que las compañías españolas recuperaran competitividad y en la consolidación fiscal que se hizo sin llegar a tirar del paquete completo de rescate que muchos recomendaban.
A la pregunta retórica de si este crecimiento de la economía española puede durar, el autor da varias razones que permiten ser optimistas. La principal es la transformación del tejido empresarial: la construcción ya no es el motor de la economía. El turismo sigue siendo importante, pero ya no consiste en sol y sangría como antaño. Las exportaciones representan el 33% del PIB y el número de empresas exportadoras ha crecido un 30% en los últimos años. De ahí que este ciclo pueda ser más largo, sostenible y sano.
Para terminar, el semanario apunta que la transformación de la economía es un trabajo en marcha y que todavía existe un gran número de pequeñas compañías poco productivas. Más allá de la repercusión que puedan tener, este tipo de análisis sirven para constatar lo que ha pasado con la economía española en los últimos años, lo que debería servir, al menos, para que los nuevos no desmonten las bases sobre las que se ha construido: reforma laboral y disciplina fiscal.
Artículo publicado en ABC.
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