Hay que medir el éxito de las decisiones por sus resultados y no por lo que pretenden conseguir en su origen. El ejemplo de la evolución del sector inmobiliario en Cataluña –y concretamente en Barcelona– es un magnífico ejemplo de ello. A la incertidumbre y el miedo que ha generado el procés hay que sumar los efectos nocivos de una alcaldesa populista en toda regla. El resultado es el desastre absoluto.
Si comparamos la evolución de los distintos indicadores del sector inmobiliario barcelonés con los de Madrid, los resultados son para salir corriendo. En Barcelona se invierte menos, los precios caen y las medidas que se han tomado para, entre otros, aumentar la oferta de vivienda nueva o controlar los precios de los alquileres, resultan del todo contraproducentes.
Y las razones son exclusivamente políticas sin solución fácil. Desde un punto de vista económico, Cataluña y Barcelona se han pegado un tiro en el pie del que no se van a recuperar probablemente nunca. La incertidumbre y el miedo como consecuencia del conato independentista de los últimos años es un retroceso en términos de reputación y confianza del que difícilmente se recuperarán.
Y con respecto a las políticas populistas en temas inmobiliarios, parece que todavía puede ir a peor. Las leyes orientadas a limitar del precio de los alquileres son el mejor ejemplo. No dejes que la realidad te estropee una norma que entra por los ojos. Medidas de este estilo sólo limitan la oferta de viviendas en alquiler, que es lo que finalmente determina el precio, como no podía ser de otra forma. Que algo tan sencillo no se quiera entender, dice poco de la consideración en la que los políticos tienen a los votantes.
Artículo publicado en ABC.
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