El pánico y otras oportunidades

En los últimos veinte días ha habido enorme revuelo en las Bolsas. Si esto no es el pánico bursátil, se le parece mucho. Los índices americanos han sufrido importantes correcciones, con caídas intradía que no veíamos desde los peores momentos de la crisis y que han echado a perder todas las ganancias del año. Europa no levanta cabeza y desde los máximos de hace tres años acumula pérdidas muy abultadas. Y lo peor es que no ha habido ninguna razón obvia para lo que ha pasado. La renta variable se desploma, la volatilidad se dispara e intuitivamente nos tentamos las heridas que todavía no han cicatrizado desde la última crisis. En los mercados suele ser un error dejarse llevar y, una vez más, debemos sacar fuerzas de flaqueza y tomar la distancia suficiente para no guiarnos por la masa.

La caída de la Bolsa americana entra dentro de lo normal. Esto es, caídas del 10% son habituales para patrones de comportamiento histórico y no cambian la película de fondo. Los beneficios empresariales siguen creciendo a buen ritmo y la duda ahora es si el múltiplo que el mercado está dispuesto a pagar por esos mismos beneficios es inferior al que venía pagando hasta ahora. Que todos los problemas sean esos.

Las razones tras las caídas en Europa son las que venimos repitiendo las últimas semanas y, en concreto, el incremento de la percepción del riesgo, fundamentalmente por la comedia italiana. Ahora bien, llegados a este punto, quizá resulte más útil para todos analizarlo al contrario de como lo hemos hecho hasta ahora. No se trata de si el mercado se ha pasado o no de frenada poniendo en precio el riesgo italiano, sino al revés, desde el punto de vista de las valoraciones. Resulta razonable que la Bolsa europea, o gran parte de ella, cotice a niveles de valoración parecidos a los vividos en el peor momento de la crisis. Dicho de otra forma, ¿estamos en una situación remotamente parecida a la del verano de 2012, con el peor momento de la crisis del euro, o la de 2009 tras la mayor crisis financiera de nuestra historia? La respuesta es rotunda: no. De ahí la oportunidad.

Articulo publicado en ABC.

José Ramón Iturriaga
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