Al caso de la banca española, merece la pena destinar un capítulo aparte. Las dudas que han sobrevolado el sector en estas semanas no afectan directamente a las entidades de nuestro país. Por un lado, la exposición de las entidades nacionales a todo lo que está pasando en el crudo es muy limitada. Por otro, nuestros bancos han ido por delante en todo el proceso de reconocimiento de pérdidas y provisiones y no cabe esperar mayores necesidades de capital. Y en cualquier caso, se trata de problemas identificados gracias a lo que no suponen un riesgo para el conjunto del sistema bancario.
Durante las últimas jornadas, además, el mantra de que el sector en España no es rentable está haciendo aguas gracias a la publicación de resultados. Y es que la presión en márgenes, lejos de aumentar, se ha reducido. La estabilización del diferencial de tipos al que se contratan los créditos, la reducción del coste de los depósitos, la fuerte caída de los impagos y el aumento gradual de las comisiones son cuatro tendencias claras y beneficiosas para el sector.
La armonización de los criterios para provisionar no va a suponer mayores dotaciones de capital, tal y como aclaró Mario Draghi en rueda de prensa. El BCE quiere fusiones transfronterizas y el Banco de España desea la integración de las antiguas cajas en los bancos grandes que ven en ella una oportunidad para aumentar su cuota de mercado. Sin descartar, por supuesto, la posible llegada de algún inversor extranjero con ganas de entrar en un mercado que siempre ha tenido importantes barreras de entrada.
Así, la ausencia de rentabilidad no parece un argumento suficiente, aunque no por ello las entidades van a dejar de utilizarlo como coartada ante la inminente última fase del proceso de concentración en toda Europa.
Artículo publicado en ABC.
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