Seguimos a vueltas con el rescate. Y en tanto que es munición política –siempre lo ha sido, aunque ahora ha recuperado protagonismo en el argumentario de la oposición– resulta muy difícil analizarlo con la perspectiva suficiente. No es tanto lo que piensas sino con quién vas. Así de simple y así de triste.
A riesgo de perder seguidores en las redes sociales, creo que la posibilidad de una crisis de deuda similar a la que vivimos en el anterior ciclo está prácticamente descartada. Dicho de otra forma, tendríamos que poner mucho de nuestra parte para conseguirlo. Y por lo visto hasta ahora, parece que hemos aprendido la lección: poner el pie en la pared estilo Tsipras o Salvini no soluciona nada y no tiene ningún rédito electoral que, al fin y al cabo, es lo que más importa a la clase política.
El mercado desde luego no está ahí. La semana pasada España emitió deuda a treinta años por debajo del 2% y a tres años a coste cero. Pocas veces en nuestra historia nos hemos financiado como ahora, especialmente a plazos de treinta años. Incluso la inoportuna sentencia del Tribunal Constitucional alemán, metiendo el dedo en el ojo al BCE, que en otro momento hubiera provocado un terremoto en la prima de riesgo, ha pasado con más pena que gloria.
Y sí, el Banco Central Europeo está comprando deuda española, pero también italiana, que hoy se financian muy por encima de nosotros. El número que hay que hacer no es cuánto se va a incrementar la deuda, sino cuánto nos va a costar ese incremento anualmente. Bien mirado, a los tipos de interés actuales somos capaces de soportar el doble de deuda de los criterios de convergencia o de Maastricht. Los 150.000 millones de deuda pública adicional con los que vamos a salir de esta crisis van a suponer un incremento del gasto anual cercano a los mil millones en intereses. Algo más que soportable, sobre todo si tenemos en cuenta la temporalidad de esta crisis.
Así las cosas, no podemos esperar que el comodín del rescate vaya a caerse de los titulares. Sin embargo, ya sabemos por qué el mercado no lo está poniendo en precio como en 2012. El Gobierno, este o el siguiente, tendría que poner mucho de su parte para que la cosa se torciera y no tienen ninguna gana. Si lo tuvieran, otro gallo cantaría.
Artículo publicado en ABC.
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