Mientras la semana pasada conocíamos que Italia entraba en recesión y que los datos de actividad industrial en Europa no terminan de levantar cabeza, la economía española sorprendía a propios y extraños con sus datos. La Encuesta de Población Activa del último trimestre del año pasado confirmaba que 2018 ha sido uno de los mejores ejercicios en creación de empleo. Por otro lado, el INE revisó al alza el dato de crecimiento del PIB del último trimestre hasta el 0,7%, una décima más de lo esperado. Sin duda se trata de buenas noticias, que destacan más todavía si tenemos en cuenta la situación en el resto de Europa. Y lo más importante es que los buenos cimientos de ese crecimiento hacen que podamos estar muy optimistas con las expectativas sobre la economía española. Tenemos por delante más y mejores años de lo que a día de hoy se intuye.
El verdadero riesgo es que se echen por tierra las reformas que han facilitado este crecimiento. El otro día, la ministra de Economía daba una pista en una entrevista en un medio de comunicación. Calviño demostró una enorme habilidad para el escapismo, pero dio muestras de por dónde pueden venir los riesgos. Aunque trató de ser contundente respecto al alcance limitado de una eventual contrarreforma laboral, no lo fue tanto como para descartar otras medidas en aras del interés político. El único gazapo que se le escapó tuvo que ver con las subidas de impuestos: la única –¿de verdad?– forma de mantener el Estado del bienestar es subir los impuestos; algo que choca frontalmente con otra de sus afirmaciones: los empresarios son los que crean los puestos de trabajo.
Si el tiempo y un Gobierno en huida hacia alguna parte acompañan, tenemos por delante años de crecimiento económico diferencial.
Artículo publicado en ABC.
- Vacuna - 17 agosto, 2020
- Baile bancario - 17 agosto, 2020
- ¿Mercados eficientes? - 17 agosto, 2020