Los bancos centrales volvieron a ser los protagonistas de la semana en lo que a los mercados se refiere. En poco tiempo ha cambiado la percepción y hemos pasado de hablar de futuras subidas a intentar anticipar próximas bajadas, si la desaceleración económica –una consecuencia de la guerra comercial– va a más.
Los tiempos los marca la Reserva Federal. Las estimaciones descontaban dos o tres subidas de tipos en 2019 y ahora muestran la posibilidad de que los bajen en la reunión de julio. Es evidente que la Fed está muy al tanto de la evolución de la economía americana y que desde luego han aprendido de los errores del pasado: no van a ser ellos, los banqueros centrales, los que echen por tierra la recuperación. Sin embargo, resulta un poco exagerado estar hablando ya de recortes, cuando lo visto hasta ahora ha sido más ruido que nueces. Es evidente que si Trump se empeña puede llevarse la economía por delante, pero no tiene mucho incentivo. No lo ha tenido nunca –uno de los termómetros que más utiliza para evaluar su gestión es la Bolsa– y menos ahora que apenas le quedan 18 meses para presentarse a la reelección. Da la sensación de que algunas declaraciones se están sacando de contexto y que el mercado puede estar mal interpretando lo que pueda pasar con los tipos al otro lado del Atlántico.
El Banco Central Europeo lidia su propia batalla. Haber ido a remolque todo este tiempo le coloca en una situación endiablada y, por el momento, la ventana de oportunidad que se anticipaba para normalizar la política monetaria está temporalmente cerrada. En esa compleja tarea de gestionar las expectativas no puede parecer menos que sus homólogos americanos, por lo que también se muestran dispuestos a todo, no vaya a ser que la divisa juegue una mala pasada a la economía europea.
En las próximas semanas comprobaremos cómo de acertados son los miedos a una eventual desaceleración de la economía mundial. Los bancos centrales han cumplido con creces estos últimos años y van a seguir estando a la altura de su responsabilidad. Sin embargo, una vez que se disipen los miedos sobre el estado de la economía, probablemente comiencen a matizar su mensaje, mostrándose más tolerantes a convivir con inflaciones algo más altas que hasta ahora. El nombre de la película será deflactar la deuda.
Artículo publicado en ABC.
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