Está muy de moda revindicar el sentido común. Y en campaña electoral todavía más. La forma de identificarse con la centralidad y la moderación es apelar al menos común de los sentidos. Fue un recurso muy utilizado por Rajoy, pero no ha sido el único. De Pedro Sánchez a Pablo Casado, pasando por Rivera e incluso Iglesias, todos de una forma u otra tiran de esta muletilla al presentar sus propuestas. Las ideas propias son de sentido común y las del resto son un disparate.
Sin embargo, el resultado electoral, además de calmar las aguas y bajar los decibelios, debería servir para que nos apuntáramos a lo que llamo el sentido de lo común. El mandato electoral, por mucho que se quiera retorcer, es claro. Los votantes quieren que los partidos conservadores o tradicionales, que son los que han aglutinado la mayoría del voto, se entiendan.
La suma de PSOE, PP, Ciudadanos y nacionalistas moderados suman casi el 70% de las papeletas. Es ahí donde está la mayoría de la sociedad española, en el centro. Frente a lo que ha pasado en otros países desarrollados, los extremos en España son minoría y así lo reconocen los analistas internacionales: nuestro país es un oasis de moderación dentro de la convulsa Europa. Y como no puede ser de otra forma, este resultado es el que se va a trasladar a municipios y autonomías en las elecciones del próximo 26 de mayo.
No está claro cómo va a gobernar Pedro Sánchez. Pero todavía estamos a tiempo de apelar al sentido de lo común (que no al sentido común, tan manido), el de lo que queremos la mayoría de los españoles, tal y como hemos manifestado en los recientes comicios electorales. Es una muy buena ocasión para comprobar si las nuevas caras de la política española están a la altura de las circunstancias. Lo bueno de que las expectativas estén por los suelos es que tenemos mayor margen para la sorpresa. Ojalá.
Artículo publicado en ABC.
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