El resultado de las próximas elecciones en Reino Unido no está nada claro. Las encuestas apuntan en todas direcciones: desde una victoria de los conservadores a un gobierno en minoría de los laboristas. En cualquier caso, y aunque suene a topicazo, ésta vez se va a tratar de una victoria pírrica. Los electores de ambos bandos se van a sentir defraudados con toda seguridad. Aquellos que votaron a los conservadores para que el Brexit saliera adelante se van a dar cuenta de que con una victoria nada estará resuelto sino todo lo contrario. Una vez que se firme el acuerdo de salida, se abre el melón de la negociación que determinará la futura relación del Reino Unido con la UE. Tendrán que decidir entre el control de sus zonas de pesca y las condiciones de sus exportaciones con su principal socio comercial, la Unión Europea. Y aunque no parezca que el plazo de un año sea suficiente para cerrar un acuerdo razonable, tiene pinta de que prevalecerá el planteamiento oportunista de Boris Johnson, mejor pronto que bueno, con independencia de cuál pueda ser el interés general.
Aunque el programa del conservador no se queda sólo en un Brexit rápido. Las líneas de su programa económico nada tienen que envidiar a cualquier partido socialdemócrata del resto de Europa.
Incrementos de gastos en educación y sanidad financiados con subidas de impuestos.
En cualquier caso, lo propuesto por los conservadores parece bueno al lado de las excentricidades del líder laborista. En pocas palabras prometen más de todo. Mayores subidas de sueldos públicos, nacionalizaciones e incremento mayúsculo del gasto público.
No parece tampoco buena opción quedar a merced de los nacionalistas escoceses o de los liberal demócratas. Aunque podrían servir para moderar un Parlamento colgado, lo más probable es que continúen como hasta ahora, sin el menor interés en tratar de superar la situación actual.
Artículo publicado en ABC.
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