Emisión exitosa

La semana pasada tuvo lugar una colocación de bonos que tuvo muy buen resultado, pero que pasó desapercibida. Como aprendimos en la crisis del euro, la evolución de la prima de riesgo es un magnífico termómetro de la percepción del mercado que conviene seguir de cerca. El Estado emitió deuda a 10 años por 15.000 millones a un tipo más que razonable, ligeramente por encima del 1%, y tuvo una demanda de 100.000 millones.

Esta subasta se hizo antes de conocer la decisión de Consejo Europeo respecto al fondo de rescate, o la del BCE de aceptar como colateral lo que se conoce como «ángeles caídos»: bonos que pierdan su grado de inversión en los próximos meses siempre que lo tuvieran antes de principios de abril. Todo ello con el terreno de juego algo embarrado por las declaraciones del primer ministro italiano sobre la intención de España de acudir al mecanismo de rescate. En conclusión, hemos pasado, y con nota, el examen del mercado. Sin embargo, lo importante está por venir. Nuestras necesidades de financiación –como las del resto del mundo– se van a incrementar en los próximos meses, porque de esta vamos a salir, sobre todo, aumentando el gasto público.

Además, hay dos factores que serán determinantes para que el mercado siga funcionando. Por un lado, Europa, donde hay que destacar el papel del BCE cuando anunció que hará todo lo que sea necesario. La de admisión de los «ángeles caídos» como colateral deuda es un buen ejemplo. Tienen la lección aprendida. Y respecto a lo que conocemos como Bruselas, con sus idas y venidas, ha sido capaz de reaccionar de forma más rápida y contundente. Pero todo esto no exime a España de cumplir con su parte. Una cosa es que nos permitan –como al resto– incrementar el déficit y la deuda temporalmente y otra muy distinta que se abandonen los principios sobre los que se construyó la Unión Monetaria.

En este contexto, no hay que caer en el recurso fácil, incluso aunque sea sólo de forma retórica, de identificar Europa como la causa de nuestros males. Europa no es el problema y, hoy más que nunca, forma parte de la solución. Como nosotros mismos y lo que seamos capaces de hacer. Por eso importa el ritmo al que volvamos a la normalidad; el daño en el tejido productivo y en el empleo es directamente proporcional al tiempo que permanezca echado el cierre. Hoy más nunca hay que administrar sabiamente los recursos y no parecen tiempos para comprometer partidas de gasto de forma estructural –ingreso mínimo vital–. Cuanto antes se empiecen a plantear medidas que resultan inevitables en estas circunstancias –recorte de sueldos públicos, congelar las pensiones, etc.– mejor. Procrastinar no es la solución.

José Ramón Iturriaga
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