Foto: K. Lamarque
La imagen a la que me refiero ha pasado bastante desapercibida. Quizá porque la eclipsaron rápidamente otras noticias, o simplemente porque no tiene la importancia que yo doy. Me refiero a la reciente foto de Mariano Rajoy sentado en la mesa de los mayores. Estaban todos: Obama, Renzi, Hollande, Merkel, May y, por primera vez, Rajoy –a Moragas no se le termina de distinguir-. Habría que remontarse prácticamente a la imagen tomada hace ya unos cuantos años de Aznar, con melena al viento en las islas Azores, para encontrar a uno de nuestros políticos codeándose con los líderes planetarios.
Y aunque en la citada reunión no se trataba ningún asunto especial, sí creo que tiene una enorme carga simbólica el hecho de que España esté de vuelta en las mesas del poder. Resulta oportuno recordar que hemos ha sido el epicentro de las muchas crisis de los últimos años. La financiera, la del euro y la política. No nos hemos dejado un charco sin pisar: España ha sido un problema. El rescate bancario, Cataluña o el auge de Podemos, hemos sido los tristes protagonistas de prácticamente todas las tramas de los últimos tiempos. Y de un día para otro, se acabaron los reproches y todo son palmaditas en la espalda. Desde Draghi hasta el Financial Times, en los últimos días todos parecen destacar el buen hacer de la economía española en un mundo todavía al ralentí.
La formación de gobierno ha devuelto a España a la portada de los periódicos y representa la excusa perfecta para volver la mirada hacia los fundamentales macro que, si bien ya se conocían, no se terminaban de validar ante la posibilidad de un vuelco populista en nuestro parlamento, que diera al traste con todos los logros. Venezuela tendrá que esperar, se acabaron las excusas. Y los activos españoles vuelven –otra vez– a ser del interés de los grandes inversores.
El crecimiento de la economía española brilla entre todas las desarrolladas –creciendo el doble que Alemania o Estados Unidos, o el triple que Francia o Italia-. Nuestras empresas, como consecuencia de un apalancamiento operativo sin precedentes, están trasladando de forma exponencial la mejora en ventas –propia de la normalización del ciclo– a las cuentas de resultados, es decir, al beneficio. Además, aún existe una considerable infravaloración de muchos de los activos por no haber sido aptos para la inversión durante mucho tiempo. Todos estos ingredientes a la vez han hecho posible que España haya vuelto por la puerta grande al radar del inversor internacional. Y no ha hecho nada más que empezar.
Artículo publicado en ABC.
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