La preocupación sobre la salud de la economía americana es como el Real Madrid-Español: un uno en la quiniela. Últimamente, las dudas están en si la consistencia económica americana ya ha dado de sí todo lo posible, y si nos encontramos en la antesala de una nueva recesión a la que la Reserva Federal se va a enfrentar con un brazo atado a la espalda -el nivel actual de los tipos de interés-. Es una preocupación legítima pero a estas alturas del partido resulta algo prematura. Los últimos datos sobre la evolución de la economía gringa, no apunta, ni mucho menos, en esa dirección. Sin ir más lejos, el viernes pasado conocimos el dato sobre la evolución mensual del empleo y la lectura continúa siendo tranquilizadora. El más importante de los datos que conocimos la semana pasada seguramente sea la evolución de los salarios, que confirman su recuperación. Algo previsible ya que la economía americana está, a efectos prácticos, en lo que se conoce como pleno empleo –tasas de desempleo por debajo del 5%-. Al calor del dato, tanto el dólar como la rentabilidad de los bonos se recuperaron porque resulta complicado pensar en una recesión cuando el principal motor de su economía, el consumo, esta cogiendo tracción.
El punto de partida de estos análisis que anticipan la recaída de la economía americana es que la duración de la recuperación es comparable a la media de otros periodos expansivos de la economía norteamericana. Y el error de este análisis, bajo mi punto de vista, radica en tratar la última recesión que hemos vivido como si fuera una más del montón. Lo vivido en estos últimos años ha sido algo absolutamente extraordinario, la práctica quiebra del sistema financiero mundial provocó el descarrilamiento del mundo y ha requerido medidas nunca vistas que han terminado siendo efectivas. Sin embargo, y a diferencia de otras recesiones, el tiempo de convalecencia ha sido mayor.
Ahora bien, la clave es que han funcionado, tal y como demuestra el dato de empleo que comentábamos.
Artículo publicado en ABC.
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