El dato de creación de empleo de junio en EE.UU. ha sido el mejor de 2019. Hay que recordar que fue precisamente un mal dato de empleo el que disparó, hace unos meses, la posibilidad del cambio de tranco por parte de la Reserva Federal. Entonces, ¿cómo de mal está la economía estadounidense? ¿Tanto como para que Fed tenga que deshacer el camino andado?
Independientemente de que un dato no hace granero, no da la sensación de que la economía americana se esté despeñando. Ha sufrido, como el resto del mundo, el parón del comercio internacional que ha provocado la guerra comercial de su presidente, pero no tiene pinta de que se vaya a ir por el sumidero. Una cosa es que los datos de actividad industrial se resientan algo –el mundo está integrado y los efectos de los aranceles son difíciles de anticipar– y otra muy distinta es que una economía en la que se crea empleo, con sueldos subiendo por encima del 3%, sin problemas de apalancamiento privado ni burbujas en la valoración de sus activos, pueda entrar en una recesión. Con todo, no resulta descartable que el PIB caiga algo dos trimestres consecutivos en algún momento, lo que define técnicamente una recesión.
Otra cosa es que después de nueve subidas de tipos y la inflación por debajo del objetivo, la Fed decida que puede matizar su política monetaria. Sin embargo, un recorte de 25 o 50 puntos básicos no debería interpretarse como el principio de nada sino como una mera corrección.
Así las cosas, parece que la realidad se está encargando de desmontar el último relato. El mundo crecerá algo más o algo menos, pero no estamos a las puertas de una gran recesión. Los bancos centrales están más que dispuestos a seguir echando gasolina y evitar los errores del pasado. Pero tal vez no sea necesario que vayan mucho más allá pese a lo que todavía hoy descuenta el mercado.
Artículo publicado en ABC.
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