Con Grecia temporalmente fuera de plano, se ha prestado más atención a la mejora en la actividad económica de la zona euro. La realidad bate a unas estimaciones muy deprimidas. Hay que recordar que durante la última parte del año pasado el mantra de los pesimistas de salón fue el riesgo de una tercera recesión en Europa con la sensación por momentos de que países como Francia o Italia podrían dejar el G7 de la noche a la mañana para formar parte de la lista de parias de la tierra. En cambio, los datos oficiales y las previsiones de los indicadores adelantados que hemos conocidos en lo que llevamos de año apuntan a ritmos de crecimiento para el conjunto de la eurozona bastante razonable. François Hollande y Mateo Renzi pueden respirar tranquilos: no van a pasar a la historia más que como un presidente y un primer ministro más.
A lo anterior, hay que añadir las sorpresas positivas que nos están brindando los compañías europeas con la publicación de sus resultados. El crecimiento de los beneficios en el cuarto trimestre de 2014 ha sido superior al 40% y la gran mayoría de las compañías están superando las expectativas del consenso de mercado. Además, con este ya son dos los trimestres consecutivos de recuperación de ingresos con mención especial a las entidades financieras que por fin parecen haber terminado de limpiar sus cocinas. Este mejor comportamiento de la economía a nivel agregado, sumado a la fuerte depreciación del euro, hace bastante probable que la tendencia continúe.
Es la primera vez en cinco años que los resultados empresariales europeos tienen mejor comportamiento relativo que los americanos. ¡Ya era hora de que cogiéramos el relevo!
Ferrovial en cabeza
Una de las compañías que no ha desaprovechado esta crisis ha sido Ferrovial. La crisis financiera de 2007 cogió a la compañía con elevados niveles de deuda pero, a diferencia de otras, había salido bastante a tiempo del ladrillo. Ha sabido lidiar con todos los problemas de los últimos años, que no han sido ni pocos ni pequeños. Hoy es una de las mejores compañías del mundo en el negocio de las infraestructuras y, con toda probabilidad, será la que mejor posición relativa ostente para sacar provecho del nuevo orden. Estas compañías ya viven en primera persona la transformación de la economía global, consecuencia del nuevo entorno de tipos de interés en todo el mundo. Y Ferrovial es una atalaya privilegiada para observar.
En este sector, la represión financiera se ha traducido en menores rentabilidades exigidas a priori por los inversores para entrar en proyectos maduros. En los llamados proyectos “brown field”, los grandes inversores financieros están expulsando a los industriales porque tanto su coste financiero como las rentabilidades que les piden son mucho menores. Y la tendencia continúa. Las nuevas inversiones tendrán que limitarse exclusivamente a los llamados “green field”, proyectos que se hacen desde cero y donde los inversores financieros tienen barreras de entrada más altas. Probablemente, la compresión en márgenes de los proyectos técnicamente menos exigentes también aumentará. La parte buena de este nuevo orden financiero es que los activos que ya posees valen más, tanto más cuanto más buenos sean. Y en este caso en concreto, los activos actuales son insuperables.
¿Ingobernabilidad?
El viernes 27 de febrero por la tarde, la foto de la manifestación de Podemos en la Puerta del Sol de Madrid presidía la portada de la edición digital de ‘The Wall Street Journal’. Estrictamente hablando, no se trataba de una noticia reciente, sino de una imagen tomada hace más de diez días. Sin embargo, para el principal periódico económico norteamericano ni la subida del precio del petróleo ni la depreciación del euro ni la votación en el Parlamento alemán sobre el rescate griego –como sí hicieron otros muchos medios– pasaban por ser más relevantes que una manifestación de hace tanto tiempo. El titular, un punto catastrofista, jugaba con el ánimo del inversor internacional: “La Venezuela de Chávez – se leía – habita en España”.
En un tono similar, también la semana pasada comprobamos que la agencia de calificación crediticia Moody’s ha decidido mantener, contra pronóstico, la calificación, o rating, de España. Ante la falta de argumentos basados en fundamentales, la excusa dada fue el incremento del riesgo político como consecuencia de la fuerte irrupción de un grupo de izquierda populista en la escena nacional. No me aventuro en exceso si afirmo que, en el caso español, las magnitudes económicas que siguen estas instituciones para determinar la solvencia de un país han dado una vuelta con pocos precedentes en la historia económica mundial. Una historia de éxito similar al de Irlanda, con la diferencia de que el renacido tigre celta se encuentra tres escalones por encima de nosotros, tras revisarle dos veces al alza su calificación en este último año. Nosotros, en cambio, a pesar de la palpable mejora de la situación, seguimos al borde del bono basura junto a países como Bulgaria, Filipinas, Sudáfrica o Colombia; algo que intuitivamente chirría. Aunque siempre nos quede el consuelo de mirar a Italia que se encuentra en la misma situación.
Una vez que las circunstancias han obligado a archivar temporalmente el caso griego, el pim-pam-pum va a continuar con el avance del populismo en Europa. Y, como no puede ser de otra forma, todo este ruido no es inocuo. En su reciente visita a España, Larry Fink, el presidente y consejero delegado de la gestora de fondos de inversión más grande del mundo –hablamos de cifras verdaderamente obscenas, más de tres veces el PIB español en activos bajo gestión– destacó el riesgo de la ingobernabilidad política como el principal nubarrón que se cierne sobre la recuperación europea. Con dotes de adivino, pronosticó que el resultado más probable que le asignaba a Podemos en las próximas elecciones era superior al 20%.
Creo que no doy pábulo a teorías ‘conspiranoicas’ si digo que la prensa del mundo anglosajón no nos tiene especial cariño. Sin embargo, el evidente sesgo al valorar los riesgos en la zona euro, algo cansino y que obliga a los profesionales a dar más explicaciones de las que nos gustaría, visto con algo de perspectiva, se convierte en oportunidad. Ni el euro se ha roto, ni España ha impagado, ni Grecia ha salido del euro. La pregunta que debemos hacernos es: ¿qué pasará en los mercados cuando el partido del señor Iglesias obtenga “solo” cuarenta o cincuenta escaños las próximas elecciones generales? Hagan sus apuestas.
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