Hace unos días me invitaron a comentar mi opinión sobre la economía española en un foro de inmobiliarios españoles. Y quizá lo más destacable fue la reacción de los asistentes a mi visión constructiva, que no optimista. A la mayoría les gustó mucho que les refrendara con datos y argumentos lo que ellos están –y utilizo el presente y no el pasado– viendo en el día a día: la cosa va bien. Este probablemente sea un magnífico ejemplo de la dicotomía en la que estamos instalados en España. Por un lado, va la realidad económica y por otro las sensaciones de unos y otros. Llama la atención que les sorprendan unos datos y unos argumentos que encajan perfectamente con lo que están viendo día a día. Estamos instalados en un fatalismo que nos nubla el juicio, hasta el extremo que nos impide reconocer lo que está pasando.
Hay distintos elementos que provocan este sesgo cognitivo. Primero, resulta difícil abstraerse del ruido del día a día que hoy tenemos en España. La crispación política es el árbol que no nos permite ver el bosque y no dejarnos llevar por la indignación es tarea complicada –más dependiendo de la cadena de radio con la que nos afeitemos por las mañanas–. Ahora, en el suelo de los que nos dedicamos está no solo indignarnos, ya que no hacerlo es humanamente imposible.
Por otro lado, la superioridad moral de los pesimistas es un hecho contrastado –igual que las malas noticias son más noticia–. Los pesimistas son más «inteligentes» y hacen legión y para jalearse los unos a los otros. Sin ir más lejos, en el foro de la semana pasada, una persona se pasó toda mi presentación mordiéndose el labio y al final, durante el turno de preguntas, me dijo que no compartía para nada mi opinión. Enumeró los males que nos amenazan: estamos en manos de un Gobierno filo comunista que se va a llevar por delante lo poco que se ha hecho estos últimos años, el proyecto de construcción europea no avanza, Alemania después de Merkel está perdida. Y así durante un rato, hasta que no pude resistirme cuando dijo que los británicos iban a estar mucho mejor fuera y me acabé apostando con él que en menos de una década estarán otra vez llamando a la puerta.
Artículo publicado en ABC.
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