La noticia saltó la semana pasada y, lógicamente, pasó desapercibida: teníamos la cabeza en otras cosas. Trascendió que el FROB analiza la posible fusión de sus dos participadas, Bankia y BMN. Al tratarse de empresas públicas, se han visto obligadas a comunicar el inicio de las conversaciones con consultores externos de cara a una eventual integración.
La noticia, por esperada que fuera, no deja de ser muy buena. Por un lado, el FROB, cumpliendo con su mandato, trata de maximizar el precio de salida de sus dos participadas. Por otro, el pragmatismo se ha impuesto en Bruselas y dejan que el proceso siga su cauce ya que, en definitiva, es lo mejor para todos. La lógica tras esta decisión resulta sencilla: en la banca española uno más uno resulta bastante más que dos.
En el caso concreto del Bankia y BMN, siempre bajo la premisa de que la ecuación de canje a la que se integren sea sensata, crea valor para los accionistas. Un número fácil sería el siguiente: los gastos de explotación en BMN son unos 400 millones de euros al año; si consideramos que estos gastos se pueden reducir prácticamente de forma íntegra debido a las duplicidades evidentes que hay entre las dos entidades, el mayor valor de la suma de las dos compañías sólo por las sinergias en costes supondría el mayor beneficio que en un plazo relativamente corto iba a obtener la nueva entidad. Es así de fácil.
Además, una vez esto se produzca, tendremos que empezar a pensar en el siguiente movimiento pues el plazo máximo del que dispone el FROB para desinvertir en sus participadas es enero de 2018. Esto pone al conjunto del sector en el radar de todos los inversores internacionales que verán en este primer movimiento el pistoletazo de salida a la última vuelta de tuerca del proceso de integración de la banca española.
Artículo publicado en ABC.
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