Grandes rebajas de las socimis en el ladrillo

La semana pasada, reunido con un alto responsable de una importante socimi española, resumía su frustración en una sentencia: «hoy, a través de algunas compañías cotizadas, puedes comprar el metro cuadrado de Castellana a 7.000 euros cuando en el mercado está a 10.000 euros». Es una forma muy sencilla de entenderlo.

Cómo puede ser que, si compro ladrillo a través de un vehículo cotizado, con todas las ventajas que eso implica como inversores, pueda hacerlo con importantes descuentos respecto al precio que tendría acudiendo directamente al mercado. Realmente no tiene sentido. Se mire como se mire, no tiene ni pies ni cabeza que las socimi, que solo tienen inmuebles en su activo, coticen con descuentos en muchos casos superiores a ese 30% respecto a las operaciones en el mercado. Hay argumentos de lo más peregrinos para explicar esta situación: «el ciclo en Estados Unidos y Londres se está dando la vuelta», «los grandes inversores extranjeros no son capaces de distinguir el grano de la paja», la problemática de los centros comerciales, el riesgo político, los miedos macroeconómicos o cualquier otra cosa.

Con independencia de lo que esté detrás de estas valoraciones, no creo que tenga sentido abundar en ellas. Los niveles de descuento son el caldo de cultivo ideal para todo tipo de operaciones corporativas. Y las posibilidades son muchas, los banqueros de inversión son gente con mucha imaginación. Desde un gran inversor financiero que llegue y pegue un zarpazo –como pasó con Testa o Hispania–, a operaciones más ingeniosas en las que los ejecutivos se hacen con la compañía con ayuda de alguno de los sospechosos habituales. O, incluso, que alguna compañía que no cotice se compre otra que sí lo haga y se salte de esa forma algunos tramos del camino a la Bolsa Todo está abierto y lo veremos pronto, estas valoraciones no sostienen.

Artículo publicado en ABC.

José Ramón Iturriaga
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