La semana pasada, al todavía ministro de la cosa le sacaron los colores porque a las pocas horas de que se le confirmara como próximo vicepresidente del Banco Central Europeo, hizo unas declaraciones acerca del escenario actual de tipos de interés. Más allá de las crítica sobre el oportunismo de las mismas, creo que lo realmente importante a la hora de tomar decisiones de inversión, que es lo que me ocupa, es el diagnóstico que hizo el señor De Guindos sobre las previsiones de inflación y lo que, en consecuencia, va a pasar con los tipos de interés.
De un plumazo y en pocas palabras, el ministro de Economía despejaba las dos dudas que sobrevuelan los mercados desde la reciente corrección a consecuencia de un dato de salarios algo más elevado de lo previsto. Ni hay riesgos inflacionistas ni los bancos centrales se van a pasar de listos: el BCE no va a subir los tipos demasiado. No es que estas declaraciones nos hayan descubierto la rueda, pero son una buena aproximación a cómo piensa una de las personas que va a tener importantes responsabilidades al frente de la autoridad monetaria europea. Los agoreros habituales, que ya estaban lanzando las campanas al vuelo sobre un eventual giro de la política monetaria europea, se han dado con la puerta en las narices.
La heterodoxia del BCE ha sido uno de los pilares sobre los que se ha cimentado al recuperación europea. Los cantos de sirena sobre una eventual reversión de la misma son solo eso, quejidos lastimeros de los sospechosos habituales que siempre encuentran motivo para poner el grito en el cielo.
Gracias, señor De Guindos, y mucha suerte en su nuevo cargo.
Artículo publicado en ABC.
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