Pese al encasquillamiento mental como consecuencia del ruido, hay pocas dudas sobre la recuperación del inmobiliario. Desde las oficinas al residencial pasando por los hoteles y los centros comerciales o logísticos. El sector en su conjunto se está recuperando. Además, para beneficio de los inversores, aún estamos en los primeros compases. Muy lejos de una situación de burbuja.
La mayor profesionalización de los participantes –promotores y banca– hace que se pueda ser más optimista tanto con la duración como con la solidez del ciclo inmobiliario. La subida de los precios –de compra y de alquiler– en algunas ciudades hay que analizarla con mayor perspectiva que el simple incremento porcentual. Hay que tener en cuenta la magnitud de la crisis que hemos vivido y el hecho de que llevemos diez años sin poner un ladrillo. A lo anterior hay que añadir los cambios en los hábitos de vida.
El teletrabajo, los vuelos de bajo coste y los alquileres vacacionales son nuevas dinámicas que afectan de forma estructural al sector residencial y, en cierta medida, aceleran la convergencia con otras capitales europeas. Eso sí, no hay que olvidar los dos mitos que ha desmontado la crisis: «el precio de las casas no cae» y «alquilar es tirar el dinero». Debiéramos revisar nuestra forma de entender la inversión en el inmobiliario. Una cosa es esa indudable recuperación, y otra que la forma de apostar por ella sea comprando ladrillo directamente.
Artículo publicado en ABC.
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