Foto: Carlos Delgado.
La semana pasada vimos la caída más fuerte de las Bolsas en los últimos meses, algo que fue recogido con alborozo por algunos medios de comunicación. La caída fue de algo más del 1%, nada que debiera servir como excusa para lanzar las campanas al vuelo después de todo lo vivido.
En cualquier caso, ha servido para que conceptos como ‘burbuja’ y ‘exuberancia irracional’ hayan vuelto a llenar las bocas de algunos. Los argumentos que se empiezan a manosear son los habituales: la complacencia de la comunidad inversora, el mucho tiempo que lleva subiendo la Bolsa -aunque esto no es extensible a todo los mercados- y las valoraciones de la misma.
Creo que estamos lejos de algo que pueda parecerse a una burbuja. Aunque haya algo de alegría en las últimas semanas, hay que recordar cómo estaban los ánimos hace bien poco. Y el mejor termómetro de una burbuja no se asienta ni sobre la valoración, ni sobre el tiempo que lleve subiendo la Bolsa, sino algo menos cuantificable como el estado de ánimo. En este sentido, creo que estamos muy lejos aún de esa sensación de euforia sostenida en el tiempo y que se retroalimenta, algo que en su momento fue tan común para los españoles. Ese estado de ánimo acabará llegando, pero es evidente que aún queda. El comportamiento inquebrantable de la Bolsa americana tampoco quiere decir gran cosa en sí mismo; y probablemente tenga que ver más con el tamaño de esta última crisis y lo que ha costado levantar cabeza. Quizá sea lo diferencial con respecto a crisis anteriores: el tiempo que ha llevado recuperarse ha propiciado que se apliquen políticas –sobre todo monetarias– excepcionales y por tanto no representa un síntoma de nada.
Y respecto a la valoración de la Bolsa americana, el ejercicio a realizar va más allá de lo que pueda hacer o dejar de hacer Donald Trump. Lo que ha quedado claro últimamente -y es una magnífica noticia- es que el poder del presidente americano no es omnímodo. Lo poco que llevamos de legislatura ha servido para poner en valor los contrapesos de las instituciones americanas. Así, lo que realmente hay detrás de las valoraciones actuales es que el mercado está asumiendo que el entorno de tipos de interés de los activos sin riesgo no va a volver nunca a los niveles históricos. E aquí la razón fundamental por la que las medias históricas, que ahora se traen a colación, no resultan válidas. Todo ello, es lo que realmente debiera importar a quien tome decisiones de inversión a largo plazo.
Artículo publicado en ABC.
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