Durante las últimas jornadas, en el mercado se ha instalado el mantra de que Italia –la bolsa italiana- debería hacerlo mejor que la española en los próximos meses. Sin embargo, los argumentos que esgrimen algunas de las reputadas casas de análisis extranjeras para justificar esta recomendación no pueden ser más endebles.
Comparan sin el menor pudor la valoración de los índices de ambos países, que objetivamente no son comparables debido a la composición de los mismos. En el caso español, las seis empresas más grandes por capitalización tienen un peso muy relevante en el conjunto del índice, haciendo que cualquier análisis del índice agregado carezca de sentido. Se hace también hincapié en la salida de dinero que se ha observado últimamente, un argumento que de justificar algo –que tampoco, ya que por cada uno que vende hay otro que compra- solo justificaría lo que ya ha pasado. Y, por supuesto, no han dejado pasar el clásico de la exposición a Latinoamérica, que si bien de forma agregada puede tener sentido, resulta poco consistente para analizar el conjunto de la renta variable española.
Quizá sea cosa de la distancia, de la mirada desde fuera, pero aún resultan peores los argumentos cualitativos. Las reformas que todavía no se han llevado a cabo en Italia reciben mejor valoración que las que ya se han hecho en España y cuyos efectos positivos son más que evidentes. En un doble mortal con tirabuzón digno de mejor causa, son capaces de argumentar, incluso, que un crecimiento tres veces menor –el de Italia– tiene más valor. Y como no podía ser de otra manera, se apuntan al carro de la inestabilidad política, lo que a estas alturas del partido, descartada el escenario nefasto y ante los casos que se toman como comparables, podría arrancar una sonora carcajada.
Sin duda este tipo de análisis tan oportunistas como poco fundados no hacen más que incrementar la mala fama de los bancos de inversión: de ellos no se puede ser ni cliente ni accionista, solo ejecutivo.
Artículo publicado en ABC.
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