Jamie Dimon y el Bitcoin

Jamie Dimon, consejero delegado de JP Morgan, tachó de fraude al bitcoin la semana pasada. Y a raíz de esas palabras, la famosa criptomoneda ha perdido el 40% en pocos días. Que unas pocas palabras hayan provocado semejante reacción, es, quizá, el mejor argumento para entender que se trata de una ficción. No hay nada que lo sustente. Es un castillo en el aire construido sobre una tecnología muy potente y compleja -block chain que se ha convertido en su mejor aliado para enmascarar el hecho de que no tiene contravalor.

Un bitcoin no vale nada. Y el valor que se le ha podido dar ha sido una consecuencia de su opacidad —ventaja esencial que tiene frente al resto de medios de pago—, la candidez de los biempensantes y la avaricia que se esconde tras muchas de las acciones del ser humano.

En pura teoría y, de acuerdo a la concepción inicial, no tiene por qué ser un fraude. Su oferta está predefinida en una hoja de ruta original y la demanda viene determinada, en teoría, por el mercado lo que marca el precio, lógicamente.

Por lo tanto, podría llegarse a pensar que lo que ha pasado estos últimos años no es un fraude y es sencillamente un despropósito. Empezó a cotizar hace no tanto a un céntimo de dólar y antes de perder casi la mitad de su valor cotizó por encima de los 5.000 dólares la unidad. Por supuesto, sin generar intereses ni pagar dividendos o rentas en ese periodo. Sencillamente porque quien compraba bitcoins estaba dispuesto a pagar cada día que pasaba un precio más alto por una entelequia.

Es difícil saber si es o no un fraude. Lo que es indudable es que movimientos como el de los últimos días son argumentos más que suficientes para que los bienintencionados dejen de creer. Al resto, a lo mejor, no les queda otra opción.

Artículo publicado en ABC.

José Ramón Iturriaga
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