Las últimas caídas en Bolsa han vuelto a disparar las alarmas y ya estamos de nuevo a vueltas con las causas de este alboroto bursátil. Lejos de querer sonar cínico, tratar de buscar la lógica de estos movimientos es del todo baladí. Entiendo que son muchas las páginas de periódicos que se tienen que llenar a diario para explicar lo que ha pasado el día, la semana o los meses anteriores. Sin embargo, lo único que realmente determina el valor de las acciones en bolsa son los beneficios las empresas cotizadas y el múltiplo que está dispuesto a pagar por ellos el mercado.
Durante el camino, la foto diaria de la Bolsa solo refleja el estado de ánimo del conjunto de inversores, diferente según la posición del péndulo de las emociones. Hoy todavía está muy deprimido, la reciente crisis aún sirve para exacerbar cualquier noticia. Además, en la última época todo parece interpretarse en clave macroeconómica. En esta situación, la justificación que se le ha buscado a la caída de la semana pasada parece ser una decisión que no cumplía con las expectativas de los inversores por parte del Banco de Japón, desatando una pequeña tormenta en el mercado de divisas. Todo se ha movido al calor del yen en estos primeros días de mayo sin que realmente nadie presente una teoría sólida sobre el impacto de una u otra decisión en los beneficios empresariales a largo plazo.
No es la primera vez, ni será la última, que nos movamos al son de una divisa. Sin embargo, el punto de esquizofrenia actual es paradigmático y resulta ridículo hasta cierto punto ver cómo al mercado cual pollo sin cabeza va de un lado para otro en función de uno dato, comentario o interpretación de cualquiera de los dos. Lo único bueno de la situación actual es que se tarda lo mismo en andar que en desandar el camino, por lo que no resulta descabellado que esta marejada se olvide tan rápido como llegó.
Artículo publicado en ABC.
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