No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que el arranque del año en las bolsas ha sido muy malo. Detrás de estos batacazos nos encontramos con China, la sospechosa habitual de las últimas crisis bursátiles. Peores datos de actividad industrial y la intervención del Banco de China en su divisa han despertado los temores sobre la salud de la economía del gigante asiático y la posibilidad de que se meta en una guerra de divisas para tratar de recuperar la economía.
Nada muy distinto de lo que desató la volatilidad de las bolsas en agosto. Y aunque esto podría ponernos nerviosos, creo que debería ser todo lo contrario. Las dudas que había sobre el cambio de modelo chino y sus efectos para la economía tras lo visto en la última parte del año pasado se han resuelto. China no está descarrilando, sino creciendo de forma distinta. Además, las intenciones del banco central chino están claras, pero resulta igual de evidente que no quieren desatar una guerra de divisas. Frente al 3% de depreciación del yuan en 2015, el euro se depreció casi un 12% frente al dólar.
Como en las caídas del mes de agosto y septiembre, también hay factores técnicos que están acelerando las de este inicio de año. Medidas que ha adoptado el regulador chino con el objetivo de controlar la volatilidad de las bolsas que está sirviendo exactamente para todo lo contrario. Lo que sucedió entonces nos debe valer para entender que la evolución del mercado chino no es referencia de nada. Ahora deberíamos recordarlo.
A diferencia de entonces, cuando la intervención del banco de China pilló a todo el mundo con el pie cambiado y con apuestas muy concentradas que tuvieron que deshacer, hoy la situación es distinta y en el mercado estas apuestas, tras lo sucedido en verano, ya no son tales, por los que la corrección no debería durar tanto. Lo estamos viendo esta vez en el comportamiento del precio de otras divisas o en la evolución de los diferenciales del high yield, que está siendo mucho más contenida que en verano. No estamos a las puertas de un sell off como el que vivimos entonces.
Por otra parte, las caídas de las materias primas, que es siempre la primera consecuencia de los miedos chinos, no tienen una lectura unívoca. Es probable que los chinos consuman menos materias primas y esa menor demanda puede afectar al precio. Pero no van a dejar de consumir, de hecho van a seguir haciéndolo en cantidades ingentes. Tampoco el menor crecimiento de este país y el menor precio de las materias primas se van a traducir en una crisis financiera, porque el menor precio de las materias primas supone una transferencia de renta entre países productores y consumidores.
Por lo tanto, no hemos empezado el año con la mejor sonrisa, pero esto no constituye un presagio de nada. Ni bueno, ni malo; de nada. En los próximos días comenzarán las publicaciones de los resultados empresariales del cuarto trimestre, que sí son buen termómetro de cómo están las cosas, tanto en China como en el resto del mundo. Y en algún momento el mercado volverá la mirada a los fundamentales y creo que, cuando lo haga, en el caso de la bolsa española, la reacción va a ser para recordar. No sé cuándo pasará, pero sí que la mejor forma de beneficiarse de ello es estar dentro.
Artículo publicado en Expansión.
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