Tras las caídas en Bolsa que han registrado los bancos europeos en lo que llevamos de año, la valoración del sector no tiene ni pies ni cabeza. Podemos resumir las razones de este descuento en dos: por un lado, el mercado sigue atribuyendo alguna probabilidad a que el euro se rompa; por otro, los tipos de interés en Europa continúan en zafarrancho de combate.
Las probabilidades de que el euro se rompa, más allá de lo que diga el «Financial Times» de vez en cuando, son ninguna. Y tal vez la prueba del algodón más reciente la encontramos en la duración de las veleidades euroescépticas de los italianos: dos días. Bastaron dos días de ducha escocesa –prima de riesgo por encima de los 300 puntos básicos– para reconducir el discurso económico. En tanto que el rédito electoral de que los cajeros dejen de dar dinero sea ninguno, no hay ningún gobierno –sea del color que sea– que vaya a ir por ese atajo. Ninguno.
Y respecto a los tipos de interés tampoco, no tengo ninguna duda de que acabarán subiendo. Algunos quieren imponer la tesis de que el Banco Central Europeo se está quedando sin margen de actuación y que la siguiente recesión le va a pillar con el pie cambiado y sin pólvora seca. Pero ante todo son ganas de sacar las cosas de quicio.
La respuesta de las autoridades monetarias está siendo mucho más lenta de lo que debería y hay muchas razones para ello. Sin embargo, considerar que la economía europea se está «japonizando» y que nunca van a volver a subir los tipos, resulta cuanto menos exagerado, tal y como hemos explicado en otras ocasiones.
Por lo tanto, hemos llegado a un punto en el que o los bancos suben en Bolsa, o vamos a asistir a un aluvión de operaciones corporativas, ya que las razones que hay detrás de las valoraciones actuales no se sostienen y el descuento con el que cotizan respecto a otros bancos es demasiado abultado. Se trata de una cuestión de –poco– tiempo.
Artículo publicado en ABC.
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