En enero las bolsas se han desplomado. Y a pesar de todo lo que se ha dicho últimamente no hay nada que pueda justificar semejante caída. En este mes, Okavango Delta ha caído un 9,9%, frente a la pérdida de más de un 7,6% del Ibex.
Lo único que podría justificar el comportamiento de los mercados durante las últimas semanas es que estuviésemos a las puertas de una crisis financiera como las de 2008 y 2011. Y aunque el arranque de año ha despertado viejos fantasmas, las situaciones no resultan comparables. La economía china continúa creciendo y los que anticipaban un aterrizaje forzoso –hardlanding dirían los anglosajones– tendrán que esperar a mejor ocasión. Los datos siguen apuntando a crecimientos cercanos al 7% y, más allá de las dudas que puedan suscitar los cifras del país asiático, podemos contrastarlos desde aquí con parámetros tan fiables como las ventas de las grandes multinacionales occidentales allí. La demanda interna en China crece a tasas superiores al 10%, gracias al mayor peso del sector servicios y el crecimiento actual del PIB es mayor en términos absolutos que cuando crecían a tasas superiores al 10%.
Por otro lado, hay que relativizar los efectos de las caídas del petróleo. El daño que podría causar un eventual agujero en el sistema financiero no tiene nada que ver con el de otros tiempos; fundamentalmente porque los bancos no han tenido tiempo de asumir mucho riesgo. La desaceleración de las economías emergentes no va a degenerar en una crisis de balanza de pagos similar a la de los años 90, ya que el endeudamiento en divisas fuertes no es comparable con el de entonces.
Y respecto a la situación geopolítica, lo que mejor define el momento actual, sin menospreciar la tragedia que se está viviendo en muchas zonas del mundo, es la expresión inglesa business as usual –lo de siempre-. Existen conflictos importantes en el mundo, pero, ¿cuándo no? Incluso la desconcertante situación política española encaja dentro de esa expresión –y as usual” no incluye desenlaces apocalípticos-.
Así las cosas, lo importante a estas alturas es no cometer errores de bulto. Mario Draghi, presidente del BCE, ha demostrado saber estar a la altura de las expectativas y, por tanto, deberíamos estar tranquilos en ese frente. Al margen de la controversia que suscitan, las nuevas políticas monetarias constituyen una apuesta de única dirección y los banqueros centrales prefieren equivocarse por exceso que por defecto.
[El particular caso de los bancos españoles]
Movimientos
En el último mes, se han aprovechado las ventas indiscriminadas que se han producido en los mercados para hacer algunos ajustes en la cartera. En general, se ha incrementado el peso en aquellos valores que peor lo habían hecho (bancos e inmobiliarias) y se ha vendido aquello que lo había hecho mejor. En concreto han salido de la cartera IAG, Catalana Occidente y Gamesa y se han incorporado Repsol y BBVA.
En el caso de Gamesa, tras la fuerte subida como consecuencia de los rumores de consolidación, el precio alcanzado por la acción ha limitado su potencial de revalorización significativamente, razón por la cual hemos vendido.
Sin embargo, no ha sido la única posición que ha estado sujeta a movimientos corporativos. Por un lado, el principal accionista de FCC parece estar cerca de lanzar una oferta por la totalidad de la compañía y todo apunta a una operación de fogueo, por lo que el potencial de la acción, una vez se aparquen los problemas de deuda, sigue siendo mucho. Y por otra parte, en Prisa un fondo activista americano se ha destapado como el primer accionista.
Visión de mercados
Y a pesar del mal cuerpo que se pueda tener a estas alturas del partido, me reafirmo en lo que escribí en mi última carta: es el año de la bolsa española. El problema de los inversores nacionales es que sufrimos un asedio informativo diario que he descrito muchas veces como una centrifugadora. Que si hay elecciones anticipadas o no. Que si se monta la coalición de perdedores o si finalmente será la del bunker. Semejante espectáculo se le está atragantando a más de uno, pero debemos entender que al inversor internacional, por muchas cosas que lea al respecto, no le afecta lo más mínimo en la toma de decisiones de inversión.
Los titulares de los diarios especializados son un gran reflejo de su interés por España, pues no hay semana que pase sin la llegada de algún gran inversor. Cuando no es el señor Slim, es Siemens. O un inversor activista que toma una participación mayoritaria en un grupo de medios. O un fondo soberado que aflora una participación relevante en una socimi. Como he dicho recientemente en un artículo en ABC: la perspectiva que a nosotros nos falta en el mundo de las inversiones la están poniendo los extranjeros.
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«la perspectiva que a nosotros nos falta en el mundo de las inversiones la están poniendo los extranjeros.»
Y tanto, los medios son muy catastrofistas, hasta el punto de dar señales contrarian muy graciosas 😀 Por mi parte, el miércoles pasado entré en Priceline, y no tomé más posiciones por no sobrediversificar, no por falta de oportunidades.