Los miedos a la desaceleración de la economía mundial siguen siendo la principal preocupación en los mercados. Más incluso que los temas geopolíticos –Brexit, Italia, guerra comercial– que hasta hace poco copaban las portadas. Los peores datos de la actividad industrial en Alemania fueron la razón principal tras el rebrote de los miedos.
Y centrándonos en Alemania, que es la primera economía de Europa, ¿cuánto nos tiene que preocupar los peores datos que hemos visto últimamente? O, dicho de otra forma, ¿qué parte de esta desaceleración es coyuntural y qué parte es estructural? Lo primero que hay que hacer es entender las peculiaridades de la economía alemana. Su cuadro macroeconómico guarda poco o ningún parecido con el resto de países desarrollados. El peso del sector industrial y las exportaciones es muy superior al del resto de comparables, lo que resulta paradójico ya que los países desarrollados suelen ser economías de servicios, cuyas importaciones superan a las exportaciones ya que al ser más ricas suelen ser menos competitivas. Esto no es así en el caso alemán.
Este patrón de crecimiento es una consecuencia de la aún reciente reunificación alemana. Si echamos la mirada atrás, cabe recordar que a principios de los años 2000 Alemania era el enfermo de Europa por los estragos de la reunificación que había arrancado diez años antes. Una reforma laboral en 2003 de la mano de Schroder, que flexibilizó profundamente su mercado laboral, permitió dar la vuelta a la tortilla. Las ganancias de competitividad se tradujeron en un fuerte incremento de las exportaciones y de la inversión, lo que le permitió ser el país desarrollado que mejor soportó la crisis financiera y la crisis del euro.
Hoy, Alemania goza de pleno empleo, sueldos creciendo al 5%, tipos de interés reales negativos y ningún problema ni de deuda privada ni de deuda pública. Más allá de cómo le afecten la desaceleración del comercio mundial o el parón de la industria automovilística, la realidad es que la economía alemana no tiene mayor problema. Todo lo contrario, en la situación actual, su patrón de crecimiento tiene que ir mutando hacia el perfil de gran economía desarrollada, con mayor protagonismo del consumo y la demanda interna, lo que constituye una magnífica noticia, no solo para los alemanes sino para el resto de Europa.
Artículo publicado en ABC.
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