Hay que seguir los datos de lo que ocurre en China porque, en cierta medida, marca el camino de lo que puede pasar en el resto del mundo, tanto en la crisis sanitaria como en la económica. La primera la tienen controlada: no hay nuevos casos y poco a poco vuelven a la normalidad. Las imágenes de niños chinos montando en patinete son el claro contraste con lo que vemos en nuestros telediarios. Ahora lo más importante es la evolución de los contagios una vez que se levanten las restricciones. Parece probable que las fórmulas más exitosas de lucha contra el virus –test masivos y seguimiento pormenorizado de los contagiados– se adopten en el resto de países, por lo que resulta improbable que surjan brotes incontrolados como al principio de la epidemia
En lo que se refiere a la actividad, ha pasado lo que tenía que pasar. Los datos chinos del primer trimestre fueron muy malos: la producción industrial, el comercio minorista y la inversión sufrieron fuertes caídas. Pero en los últimos días, y mes y medio después del pico del virus en China, la producción ha vuelto al 70-80%; recordemos que el pico fue quince días después del cierre total.
Hay indicadores que apuntan en esa dirección. El consumo diario de energía se acerca al 80% de lo niveles previos a la crisis. El 80% de los trabajadores han vuelto a sus puestos. El tráfico entre ciudades también se ha incrementado bastante. Día a día se vuelve a la normalidad y en los próximos días es probable que sigan las buenas noticias en China y el resto de Asia. Y aunque no podemos compararnos, sí confirma la característica diferencial de esta crisis: la temporalidad. En tanto que temporal, esta crisis es distinta a cualquier otra. La gran contracción de la actividad que vamos a sufrir se debe a las medidas de contención contra el virus. Ha sido decisión nuestra, de todos, y tarde o temprano levantaremos el cierre. Medidas excepcionales para circunstancias excepcionales.
Ahora toca adoptar todas las iniciativas posibles desde todos los ámbitos para que este parón tenga las menores consecuencias. La naturaleza de la crisis es diferente y los planteamientos son otros, mucho más constructivos, lo que debería contribuir a remontar el bache con un menor menoscabo para las empresas, sus trabajadores y el sistema financiero. La buena voluntad desde luego no va a faltar.
Artículo publicado en ABC.
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