En las últimas semanas y coincidiendo con el cierre de semestre, muchos de los que nos dedicamos a esto de las inversiones hemos publicado nuestra opinión sobre las Bolsas. Más allá de aspectos concretos, en general coincidimos en señalar la enorme polarización de las compañías cotizadas. De un lado, aquellas compañías percibidas como seguras, cuyos flujos de caja son muy predecibles, cotizando a múltiplos históricamente altos; sobre si están o no caras, la doctrina discrepa. Y por otro, compañías de diferentes sectores cotizando al precio del picón. Los más duchos en análisis cuantitativos concluyen que se trata de la mayor dispersión de la historia entre ambos tipos de acciones. Cuando lo caro cada día esté más caro y al revés, los que nos dedicamos a identificar oportunidades de inversión sufrimos una cierta frustración.
Detrás de este comportamiento puede haber distintas razones. Por un lado, los relatos que se han impuesto entre los inversores –desaceleración económica, tipos bajos para siempre–. Por otro, el hecho de que algunos mercados estén fuera del radar de los grandes inversores tampoco ayuda. Y, por último, el aumento de la gestión pasiva hace que estos movimientos se retroalimenten. Y resulta muy difícil anticipar un punto de inflexión en esta tendencia. El simple paso del tiempo desmonta los temores sobre los ciclos y los tipos de interés, que alimentan la fobia a las compañías más expuestas al ciclo y financieras. A medida que se confirme el crecimiento de la economía y que los Bancos centrales relajen el tono, las compañías que más han sufrido deberían retomar el testigo. Por otro lado, en un mundo donde la liqu idez es tan abundante y los sospechosos habituales –los Blackstone, Cerberus y compañía– andan con la escopeta cargada, es probable que las operaciones corporativas rompan esta espiral endiablada.
Entretanto podemos abjurar de nuestros principios y comprar por encima de treinta veces beneficios o mantenernos fieles a nuestra forma de hacer las cosas y esperar a que el mercado lo reconozca.
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