En el comportamiento de los mercados –aunque pueda sonar a topicazo– pesa mucho lo que piense Wall Street. Lo que estos señores –los principales agentes del mercado americano– tienen en su cabeza es lo que los mercados están, más o menos, poniendo en precio. Las reacciones posteriores serán mayores o menores en función de lo que realmente pase y cuánto se ajuste a esa idea previa.
Hoy, tal vez una de las ideas más extendidas en la capital financiera del mundo es que la economía norteamericana se va a desacelerar en 2020, pudiendo incluso entrar en recesión. Las razones por las que llegan a esta conclusión son distintas. Desde que este periodo de crecimiento ha sido muy duradero hasta que dentro de dos años la política monetaria se habrá endurecido.
Esta idea tan extendida se ha trasladado a los precios de distintos activos. Y quizá el que de forma más obvia lo está poniendo en precio es la curva de tipos norteamericana, ahora prácticamente plana; esto es, que los tipos a corto plazo –el que ofrece la deuda pública a dos años, por ejemplo– están muy cerca del nivel de los bonos a diez años.
Otra idea instalada en el mercado es que el Banco Central Europeo no va a tener tiempo de normalizar su política monetaria antes de la próxima recesión, por lo que no va a tener pólvora seca para enfrentarse a ella. Una de las consecuencias en los mercados de este planteamiento es que los bancos europeos no han recuperado en Bolsa de acuerdo con lo que han hecho en otras regiones. De hecho, la evolución bursátil de los bancos europeos viene marcada por la del bono alemán: si el tipo de interés a diez años repunta, la banca sube, y al revés, sin tener en cuenta nada más.
Los señores de Wall Street pueden o no tener razón, pero a dos años vista, tal y como es la situación actual, no se caracterizan por ser especialmente acertados. Ahí está la oportunidad.
Artículo publicado en ABC.
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