A los que nos dedicamos a la inversión, lo sucedido en las últimas semanas nos provoca sentimientos encontrados. Tener que volver a hablar del riesgo de ruptura del euro, del brexit, de los populismos o de la situación política española, nos resulta cuanto menos cansado. De hecho, por momentos dan ganas de parafrasear a Estanislao Figueras, presidente de la I República, que espetó la celebérrima frase «estoy hasta los cojones de todos nosotros», antes de meterse en un tren rumbo a París camino del exilio. Y, sin embargo, no lo hacemos porque sabemos que esto forma parte del juego. La paciencia, uno de los pilares de la rentabilidad de las inversiones en Bolsa, es precisamente esto: aguantar cuando las cosas se tuercen y los mercados tienen brotes psicóticos. Sin embargo, se trata de la premisa más difícil de cumplir. Además, en la medida de nuestras posibilidades, hay que tratar de sacar partido a la distorsión que se está produciendo en los precios de los activos actualmente, para lo que es imprescindible tener la cabeza fría.
Hay que respirar hondo, tratar de coger perspectiva y repasar la teoría: los mercados son ineficientes y gracias a ello se generan las mejores oportunidades de inversión. También conviene repetirnos aquello de que las emociones son el peor consejero financiero y emular a Lot, sin mirar para atrás.
La razón que explica que la mayor parte de los inversores no gane dinero en Bolsa es porque lo anterior es más fácil de decir que de cumplir. El miedo enturbia el conocimiento y constituye una palanca potentísima para doblegar las más recias voluntades. Resistan, escampará. La cordura siempre se acaba imponiendo.
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