Hoy, sólo dos meses después de que se desataran los miedos frente a las consecuencias del colapso de la economía china, el agua ha vuelto a su cauce. El mundo tampoco va a descarrilar en esta ocasión. Los últimos datos macroeconómicos conocidos, pero sobre todo los más fiables, las ventas de las compañías multinacionales en el gigante asiático, han servido para cortar de raíz todas las teorías conspiranoicas. Y quizá la lección más útil de los vaivenes de los de este último lustro sea que hay que relativizar los riesgos: Ahora que el análisis del momento domina la toma de decisiones de inversión. Ahora que la información fluye y se comparte de forma inmediata. Ahora que, por lo vivido en los últimos años, los discípulos del apocalipsis tienen más predicamento. Es ahora, probablemente, cuando menos miedo debemos tener y, al contrario de lo que sucede, mirar al futuro con confianza. Desde el escepticismo que abunda actualmente en el mercado a la indolencia absoluta hay un camino más o menos largo que, sin duda, volveremos a recorrer.
China crecerá algo menos y de forma distinta de lo que viene creciendo, pero crecerá mucho. Las economías desarrolladas, con Estados Unidos a la cabeza, también lo harán y, probablemente, algo más que los últimos años. España seguirá a la cabeza de crecimiento entre las economías europeas y lo hará sobre unas bases mucho más sólidas, lo que nos permite afirmar que lo mejor está por delante. Estamos en los primeros capítulos, aún creciendo por encima del 3%, de una historia de recuperación sólida y un profundo cambio de modelo productivo. Y siempre que el gobierno que se forme tras las elecciones generales apueste por seguir una senda continuista en la política económica, nos espera una legislatura de crecimiento más sostenible, recuperación de empleo y mayor peso exportador.
Lo mejor está por llegar. Sin duda. No tengan miedo.
Artículo publicado en ABC.
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