Los impuestos como moneda de cambio

La subida de impuestos está sobre la mesa. Parece que es la moneda de cambio que Podemos le exige al Gobierno de Pedro Sánchez para apoyar unos eventuales Presupuestos Generales del Estado para el año que viene.

Y más allá de la retórica populista, moneda común en los tiempos que corren, lo que subyace tras el lenguaje compartido por socialistas y podemitas —tanto monta, monta tanto— es la idea de que la «gente» está alienada con sus verdaderas necesidades y en cierta medida considera que debe ser reeducada por el Estado: Ellos saben mucho mejor que nosotros qué hacer con nuestro dinero. Hay distintas preferencias, obviamente, y cabe la persuasión, pero en ningún caso la coacción. Y es ahí donde debería estar el límite de toda política práctica.

No podemos caer en la trampa de que sus preferencias son las buenas, moralmente superiores. De ninguna manera, pues no son mejores hombres o mujeres.

Pero hay otro argumento que desmontar. No sólo nos van a explicar cómo emplear mejor nuestra libertad, sino que además lo van a hacer, dicen, con el dinero de los ricos, los bancos, las tecnológicas americanas y las empresas que contaminan. Y eso desde luego tampoco es así. Como no para de repetir el profesor Rodríguez Braun en cuanto tiene ocasión: «¡lo va a pagar usted, señora!».

No tienen mejor ni mayor discernimiento del que pueda tener usted o un servidor. Y tratar de pagar menos impuestos no le convierte en peor persona. Qué gasten menos oiga, como hace la gente. Un cambio de rumbo como el que se está planteando en asuntos económicos merecería pasar por las urnas. Elecciones ya.

Artículo publicado en ABC.

José Ramón Iturriaga
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