Los indicadores que se utilizan para seguir la evolución de la recuperación económica de España apuntan en la buena dirección. No son homogéneos ni su lectura es unívoca, pero se pueden sacar conclusiones valiosas de su seguimiento semanal. El gasto con tarjeta de crédito ya está por encima de los niveles del año pasado, no en todas las partidas, pero sí en la mayoría. El gasto turístico está por detrás, lógicamente, pero la pendiente de la recuperación invita a cierto optimismo.
Dentro de Europa, Alemania destaca como el país que antes y mejor se ha recuperado. La menor incidencia de la epidemia y una reapertura rápida han sido los dos factores clave. España ha ido por detrás, aunque ya estamos prácticamente a los mismos niveles. Los indicadores de actividad económica en Estados Unidos no se han resentido a pesar de las medidas que se han adoptado en las últimas semanas, como respuesta a la expansión del virus. Las ventas de coches o la actividad en el sector inmobiliario han recuperado mucho más rápido de lo que cualquiera hubiera esperado.
Quizá las proyecciones económicas resulten de utilidad para entender esta nueva dinámica de la economía. Una caída del PIB de España en 2020 del entorno del 10% no es un titular que se deje pasar. Sin embargo, conviene atender el detalle de estas: con semejante caída del PIB este año, el paro previsto para 2021 se sitúa marginalmente por encima del nivel previo a la pandemia, una muestra clara de la particularidad de esta crisis.
Aunque se tarda mucho menos en echar el cierre de la economía que en volver a abrirla, los plazos están siendo de récord, no tienen precedentes. Y todo esto indica que la recuperación va a ser también distinta y, como hemos apuntado repetidas veces desde estas páginas, cualquier ejercicio de mirar al pasado para inferir el futuro no aplica.
Artículo publicado en ABC.
José Ramón Iturriaga
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