Y Draghi volvió a hacer magia. Tras la reunión de la semana pasada, el presidente del banco central hizo otra de las suyas: fue capaz de anunciar el principio del fin del programa de compra de bonos y, sin embargo, el mercado interpretó que la política monetaria está muy lejos todavía de volver a la normalidad. La capacidad del italiano de gestionar las expectativas con las palabras está fuera de toda duda –son parte de la historia «haré lo que sea necesario y créanme que será suficiente» en verano de 2012– y ahora no le interesa para nada que sus acciones se interpreten como una reversión de las políticas monetarias.
Actualmente, las acciones de la autoridad monetaria van por un lado y la realidad por otro. El BCE no demuestra ninguna prisa en levantar el pie del acelerador y la economía europea es la que más está sorprendiendo entre las desarrolladas. Por el momento la inflación le da cancha para mantener las actuales políticas, pero genera la sensación de que no por mucho tiempo. Draghi, en este juego de las siete y media que es la política monetaria, prefiere pasarse que no llegar. Tras haber superado una de las mayores crisis económicas de la historia, no tiene ninguna gana de pasarse de listo y que pueda truncarse la recuperación.
Sin embargo, esta divergencia entre la macro y la política monetaria no puede durar mucho. La economía europea, tras haber sorprendido —y mucho— este año, también lo va a hacer el año que viene. A los motores actuales –Alemania y España– se sumará la Francia de Macron.
Además, en el caso concreto de los alemanes, las subidas de sueldos —los sindicatos más importantes están pidiendo subidas del 6% para el año que viene— unidas a la política fiscal harán que la inflación vuelva a la portada de los periódicos. Súper Mario puede gestionar las expectativas como nadie, pero en algún momento del futuro próximo va a tener que hacer «catch up». El BCE va a retirar estímulos y subir los tipos más rápido de lo que se desprende de su última intervención.
Artículo publicado en ABC.
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