España ya está creciendo al 3% anualizado. ¡Quién lo hubiera dicho hace solo unos meses! Y no solo eso, además se confirma el cambio de modelo productivo, con el que se sientan las bases para un crecimiento con mayor recorrido y diversificación sectorial, muy alejado del modelo reinante hace pocos años.
Es la primera vez en cuatro décadas que salimos de una recesión sin que el sector de la construcción sea la punta de lanza, sin duda uno de los mejores indicadores de la calidad de la recuperación. Importa destacar también que esta mejoría económica se produce sin que el caudal del crédito haya mostrado una tendencia clara de mejora. Dos factores determinantes para entender que esta vez sí, que esta vez es distinta. El largo proceso de ajuste está empezando a dar sus frutos y seguirán haciéndolo mucho tiempo.
Las exportaciones baten máximos casi mensualmente, las compañías han incrementado sus inversiones en capital, aumentando su capacidad instalada, y, como no podía ser de otra manera, las ganancias de competitividad se han traducido en mayor presencia de inversores extranjeros. Lo importante es cómo hemos llegado hasta aquí y no tanto si finalmente este año crecemos un 2,5% o un 3%.
Los datos fundamentales apuntan a una aceleración del ritmo. El crédito, cuanto menos, no continúa su declive y poco a poco mejorará. La construcción se recupera antes de lo previsto y, aunque muy lejos de los niveles de 2007, lo que además es buena noticia en términos de empleo porque es un sector muy intensivo en mano de obra. El euro y los precios del crudo son el viento de cola que necesitamos y si aguantamos el efecto coriolis y mantenemos el rumbo, año electoral de por medio, tenemos muchos años buenos por delante.
Desafiar estadísticas, batir resistencias
Además de por las flores, el mes de mayo en los mercados financieros es conocido por un dicho: “sell in may and go away” –vende en mayo y sal corriendo. Como suele suceder con los aforismos, a este también le respaldan algunas estadísticas más o menos fiables. Y en concreto hoy, tras el buen arranque de las bolsas y después de varios años convulsos en los que ha reinado la volatilidad, con caídas de más de un diez por ciento entre máximo y mínimo, puede parecer un buen consejo.
Hay quien piensa que tras estas caídas, casi tradicionales, están los cambios de humor que afectan a las personas –al mercado al fin y al cabo– con motivo del cambio de estación. Quién sabe. Otros consideran que mayo coincide con el final de la publicación de los resultados del primer trimestre, periodo que las compañías aprovechan para reajustar sus estimaciones de crecimiento para el conjunto del año, generando cierta volatilidad que se traduce en caídas. Puede ser.
Yo me quedo con una recuperación macroeconómica más temprana y fuerte de lo que muchos, que no todos, esperaban. Me quedo con unas cuentas de resultados saneadas tras casi siete años de ajuste y con las bases para un apalancamiento operativo sin precedentes. Y todo en un entorno de valoraciones bastante atractivas y con grandes inversores extranjeros al acecho de oportunidades en nuestro país tras levantar la orden de alejamiento que pesaba sobre nuestras cabezas.
Por tanto, este año en concreto, y en la bolsa española para ser exacto, creo que estamos en el tiempo y lugar ideales para desafiar estadísticas y batir resistencias. Si algún año tiene que pasar, debe de ser este. Insisto: la ventana de oportunidad es de la que se ven pocas veces en la vida.
Tiempo electoral
Lo peor de un año con tantas citas electorales es que los políticos disponen de más oportunidades que nunca para meter la pata y decir alguna tontería. Los eslóganes electoralistas y los guiños populistas, de los que no se libra ninguno, resulta el caldo de cultivo ideal para el disparate en lo que a propuestas económicas se refiere. Podemos ha moderado algo su discurso sin que ese centrismo postizo haya logrado disparar sus expectativas de voto. Al contrario: cada vez pintan menos. Ciudadanos lanza una batería de propuestas que no contrargumenta una premisa que a mí me parece fundamental: al contrario de lo que plantean los voceros del desastre, este gobierno sí ha aprovechado la crisis para realizar importantes reformas estructurales. Resbalones mediáticos aparte, lo que cuentan suena bien, es lo que tienen las cartas a los Reyes Magos. Lo malo es que no suelen cumplir nuestros deseos. No, al menos, todos.
Quien ha roto la baraja ha sido el PSOE de Pedro Sánchez en un volantazo no exento de riesgo. La propuesta absolutamente novedosa, hija de las teorías económicas más modernas, no es otra que los sindicatos vuelvan a recuperar el absoluto protagonismo en la negociación colectiva. Tirar por la borda la reforma laboral y modificar el estatuto de los trabajadores para reforzar el papel de los sindicatos. Acabáramos. Para esto no hacían falta caras nuevas.
Lo mejor de la reforma laboral ha sido introducir las cláusulas de descuelgue de los convenios colectivos. Esto permitió que empresarios y trabajadores llegaran a acuerdos al margen de los estrechos convenios que regulaban las relaciones entre las partes, lo que ha permitido salvar puestos de trabajo y, desde hace un tiempo, crear nuevas oportunidades laborales. Gracias a la flexibilidad del mercado laboral, España ha sido capaz de crear empleo por primera vez en su historia, con un crecimiento económico inferior al 2%. La brillante idea del señor Sánchez no es solo volver a un modelo anacrónico e inválido, sino reforzar el papel de los sindicatos.
No creo que las cosas vayan por estos derroteros. Sin ir más lejos, en Francia e Italia, François Hollande y Mateo Renzi, sus homónimos socialistas al frente de sus respectivos gobiernos están acometiendo reformas en dirección opuesta, una vez han comprobado que lo hecho en España funciona. Sí, sí, no han leído mal: en España. No sé cuál será la siguiente propuesta del líder socialista, quizá la vuelta a los planes quinquenales. En la deriva que ha entrado, quién sabe.
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