No nos olvidemos de China

*Gráfico de la Bolsa de Shanghái

La renta variable china lleva una caída cercana al 30% en las últimas semanas, perdiendo parte de lo ganado en los meses anteriores. Mientras se investiga la posible manipulación de los mercados de valores, las grandes empresas recompran sus propias acciones para frenar los números rojos. Las dudas sobre el crecimiento y las importantes ganancias acumuladas parece estar detrás de este brusco movimiento.

El país vive un momento clave con importantes desafíos en frente, sobre todo en relación a la subida de tipos en Estados Unidos y la estabilidad de la política europea. Internamente, mientras el banco central continúa con su programa de estímulos, China avanza en su urbanización, aumentando su capacidad de fabricación y su base de consumidores. Los ritmos de crecimiento bajan pero hay que entender que se debe a que la base es mucho más alta. La clave detrás del comportamiento tan extraordinario de estos últimos años es la misma que va a seguir tirando de la economía durante los próximos: la demografía. En China, cada año, cuarenta millones de personas pasan a formar parte de lo que llamamos clase media que no es otra cosa que consumir comida envasada, lavarse el pelo o tener un coche en la familia.

A pesar de todo, estos acontecimientos no han tenido especial relevancia para los inversores y medios de comunicación europeos, totalmente centrados en la crisis griega. Sobre China siguen pesando la dudas sobre la fiabilidad de sus datos y su capacidad de absorber el crecimiento. A la vista de los últimos datos macro publicados, será un mercado volátil en el corto plazo pero no cabe ninguna duda de que liderará el crecimiento global durante las próximas décadas. Uno de los argumentos que se escuchan para explicar estos resultados es la inexperiencia de muchos nuevos inversores, otra muestra más de la emocionalidad de los mercados.

Europa gana

Tras el referéndum griego que ha tenido en vilo a todos los inversores y con un resultado a favor del No, toca preguntarse qué pasará ahora, ya que, como dijo Schauble, “con los griegos nunca se sabe”. Para el resto de Europa, el referéndum celebrado ayer era una consulta popular sobre la continuidad del país heleno en la Unión Monetaria.

El No es, por tanto, la situación más compleja de todas. Y la respuesta de Europa probablemente no resulte unánime al principio. Sin embargo, tras un periodo de incertidumbre, con toda seguridad se retomarían las negociaciones a iniciativa de Francia o Italia. En cualquier caso, los términos del acuerdo serán más duros y el desenlace más incierto.

El BCE no tendría argumentos para mantener la liquidez extraordinaria y es probable que el corralito no se levante en un periodo más o menos amplio de tiempo. Esta situación podría derivar en mayores controles de capitales y pagos y, eventualmente, se verían obligados a poner en circulación formas de pago paralelas, por ejemplo, el dracma. O el Syriza Money. La reacción en los mercados será negativa en el corto plazo aunque los cortafuegos que se han implementado limitarán las caídas. Paradójicamente, quizá este escenario, a todas luces el más dramático, sea la mejor vacuna contra el auge de los populismos en el resto de Europa, otro de los objetivos de la Troika y una buena noticia para los mercados.

En el caso concreto de España, que continúen las colas en la puerta de los bancos griegos y que empiece a circular una nueva forma de pago, aunque sea temporalmente, puede constituir una muy buena baza electoral para el partido del gobierno, y cualquiera que se atreva con planteamientos rupturistas, radicales. Mientras Grecia se encuentra al borde del impago, la recuperación económica española permite adelantar la bajada de impuestos.

Con todo, la conclusión más importante de todo lo que estamos viviendo es que Europa es un proyecto irreversible, suceda lo que suceda con Grecia. El euro continúa, el proyecto sale reforzado y los temores de que suceda una hecatombe son ya historia.

Animal spirits

La situación en Chile, en este último año y medio, ha empeorado sustancialmente. Desde la llegada de Bachelet el estado de ánimo de la clase empresarial chilena se ha hundido. Los planteamientos marcadamente socialdemócratas con los que ha arrancado la legislatura ya han hecho mella en su economía. Su plan estrella, una subida de impuesto de sociedades para financiar la educación, no ha salido como esperaban y, por el contrario, ha logrado minar uno de los principales motores de la economía chilena. Los planteamientos populistas han conseguido, en poco más de un año, algo realmente difícil: deprimir a un pueblo que hasta hace bien poco presumía con legítimo orgullo del desarrollo alcanzado en los últimos treinta años.

Es probable que el caso chileno sea la mejor demostración que los planteamientos buenistas que abandera el señor Piketty son erróneos en tanto que el valor de las políticas reside en sus resultados y no en sus intenciones. Con la excusa de reducir la desigualdad se está consiguiendo poner en un brete la potencia económica de la región. Una zona, la chilena, que brilla con luz propia frente a otras economías mucho más ricas en recursos naturales pero que con el populismo como bandera han entrado en una espiral autodestructiva de la que tienen difícil salida.

Están consiguiendo reducir la brecha entre los más ricos y los más pobres empobreciendo a la nación entera. Por el momento, el principal hito económico-empresarial ha sido desmoralizar a la clase empresarial que ahora mira hacia el futuro próximo con enorme preocupación. La propia presidenta parece estar noqueada ante los malos resultados de sus iniciativas y algunos casos de corrupción que le han tocado cerca. Con un poco de suerte para los chilenos puede ser que tire la toalla antes de que el estropicio tenga peor solución. Aunque aquí todavía lo tenemos reciente, no deja de sorprender el destrozo que puede ocasionar un mediocre con iniciativa.

José Ramón Iturriaga
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